Juan Costa ocupa desde 2010, cuando abondonó su escaño en el Congreso de los Diputados, el puesto de responsable Global de Servicios de Sostenibilidad y Cambio Climático de Ernst & Young. Recientemente, participó en el Foro de la Economía del Agua, en el que el exministro de Ciencia, Tecnología e Industria en el primer Gobierno de José María Aznar defendió la necesidad de que el beneficio de las empresas no sólo venga definido por los resultados financieros, sino también del impacto social y medio ambiental que tienen sus actividades. ¿El agua es un recurso cada vez más escaso? ¿Se va a convertir en el nuevo oro? Esa es una frase que se plantea con frecuencia cuando hablamos de los problemas del agua. Estos son problemas a largo plazo pero que están totalmente vinculados con el modelo económico y de desarrollo global. Hay una realidad: el funcionamiento de la economía global y de los países tiene un impacto y altera el funcionamiento del ciclo hidrológico global. Por otra parte, hay otras consecuencias, la población y el desarrollo económico no están localizados en los lugares donde hay mayores disponibilidades de agua como recurso renovable. Por lo tanto, hay unos retos muy importantes. ¿Cuáles son esos retos? Uno de los más importantes es ponerle un valor al agua. Un valor que no sólo tenga en cuenta el coste del suministro, sino que todos sepamos que al final hay un servicio medioambiental, hay una aportación del medio ambiente, de nuestro ecosistema que permite que nuestra economía funcione y que nuestras empresas desarrollen actividades. Un informe de Ernst & Young afirma que las empresas que conviertan el riesgo del agua en una oportunidad son las que tendrán un futuro ¿Cómo se convierte el riesgo de un recurso cada vez más escaso en una oportunidad? Desarrollando soluciones que ayuden a las empresas a ser más eficientes en materia de agua, a proporcionar agua en mejores condiciones y de mejor calidad. Cualquier riesgo es una oportunidad. Cualquier empresa que tiene una alta exposición en términos de consumo de agua está en un riesgo en términos de regulación, porque la regulación va a cambiar las reglas del juego y va a tener un impacto mayor en esa empresa que en una que es capaz de producir con un consumo de agua más limitado. Ha hablado de responsabilidad social corporativa: valor compartido y economía del bien común. Los conceptos existen pero, ¿se están aplicando hoy en día? Ha habido una evolución. Hay buenas noticias pero la clave está en cambiar el sistema de cómo se calcula el beneficio de las empresas. ¿Y hacia dónde tendría que tender el cálculo del beneficio? Se calcula sobre todo a través del beneficio financiero, pero no siempre se tiene en cuenta si las empresas, para ganar dinero, necesitan consumir medio ambiente o consumir otros capitales sociales, y por lo tanto, el coste del beneficio a veces no está completamente definido. ¿Ese cambio lo van a entender los 'stakeholders'? ¿Los accionistas no van a pedir siempre el máximo beneficio financiero? Los accionistas cada vez están más interesados en saber cómo se gana el dinero. Que una empresa tenga un nivel de exposición muy alto al consumo de agua o una cadena de suministro compleja, donde tiene que velar por proteger los derechos humanos y por evitar que se produzcan prácticas que no son éticas, es algo que cada vez les preocupa más a los accionistas.