Juan Ignacio Diego Ruiz se convirtió en presidente de la Confederación Hidrográfica del Duero en 2014, asumiendo la responsabilidad de gestionar los recursos hídricos de la mayor cuenca de la Península Ibérica. La Confederación Hidrográfica del Duero ha cumplido 90 años el pasado mes de junio, ¿cómo han evolucionado sus competencias y los recursos hídricos e infraestructuras que gestionan? El organismo ha tenido tres hitos significativos en estas nueve décadas: su nacimiento en 1927 como Confederación Sindical Hidrográfica para gestionar el agua en la parte española de la cuenca del Duero; la creación de la Comisaría de Aguas a principios de los años 60 como unidad que dependía directamente del Ministerio de Obras Públicas; y en 2000, derivado de la aprobación de la Directiva Marco del Agua y la adaptación de la Ley de Aguas, que otorgan mayor protagonismo a la protección de ecosistemas, gestión de infraestructuras y planificación integral de la cuenca. A lo largo de tantos años, la CHD ha construido grandes embalses que han permitido el desarrollo de la agricultura de regadíos en Castilla y León. ¿Qué características distinguen a la cuenca del Duero con respecto a otras cuencas? Es la mayor de la Península Ibérica. Posee un régimen de precipitaciones intermedio, con variaciones relevantes entre los sistemas montañosos perimetrales y la parte central de la meseta, una destacada dispersión de los recursos hídricos según los años -como vemos en este 2017-, diversidad de cauces y un protagonismo indudable del regadío y del sector hidroeléctrico. Por tanto, existe una fuerte dependencia de los embalses para atender ambos usos, así como de los acuíferos subterráneos. ¿Cómo definiría la situación actual del Duero y de sus afluentes? Muchos de nuestros ríos se hallan regulados por embalses en sus cabeceras, que cubren las necesidades de abastecimiento, sin olvidar su función de laminación de avenidas. Respecto a la gestión, destinamos medios tanto a la conservación de infraestructuras como a la del dominio público hidráulico, con control y vigilancia en el ámbito urbano, agrario e industrial. Además, los datos reflejan que el estado de las masas de agua, desde los parámetros biológicos y físico-químicos, es bueno, y estamos poniendo especial celo en corregir alteraciones hidromorfológicas, como azudes o pequeñas presas en desuso, para mejorar el ecosistema fluvial. Creo, por tanto, que la gestión efectuada está siendo correcta. Los regantes de Levante han pedido un trasvase desde el Duero o el Ebro para el Tajo y el Segura, ¿cuál es su opinión al respecto? No disponemos de estudios mínimamente serios sobre esa posibilidad. A la vista de los indicios de cambio climático, con sequías persistentes, no creo que los recursos en el Duero permitan unos volúmenes mínimos de trasvase para hacer viable la inversión necesaria. Porque, claro, hay que preguntarse lo que va a costar un metro cúbico transportado de una cuenca a otra a la vista de las infraestructuras que habría de hacer. En todo caso, apelo a la prudencia y a la cautela. ¿Qué cree que debería incluir el futuro Pacto Nacional del Agua? De entrada, unas reglas claras y estables para dar solución a los déficits hídricos tan habituales en algunas cuencas españolas, y una apuesta firme por la eficiencia para consumir menos energía y menos agua, y por las inversiones en infraestructuras.