Álvaro Espina -administrador civil del Estado y consejero de Política Económica en el Ministerio de Economía de España- ha cultivado su faceta de escritor a través de un centenar de ensayos y artículos. Cerbantes en la casa de Éboli (Suma, 2017) -presentada el pasado mes de junio- es su primera novela. "Llevo mucho tiempo pensando en ella y cinco años escribiéndola", explica. "No lo he hecho hasta que he logrado tener una idea completa de lo que pudo ser la vida de Cervantes". Y es que, escudándose en el hallazgo de un manuscrito autobiográfico de Cervantes, Espina reconstruye la vida del escritor en los años que pasó al servicio de los príncipes de Éboli. "Los lectores van a descubrir su curiosidad intelectual, su ingenio vital, su capacidad amatoria y musical... Cervantes era un portento". En el título es llamativo, al escribir Cervantes con B. Al ser una autobiografía de Cervantes, yo quería que ya en la portada apareciera su firma, y él siempre firmó como Cerbantes. El manuscrito del que habla en el libro, dictado por el propio escritor, que sale a la luz tras el terremoto de Orán es una invención, ¿no? Sí, como la que ideó Cervantes al contar que El Quijote lo encontró en una tienda de viejo de Toledo, escrito por un tal Cide Hamete Benegeli. Es de suponer que lo hiciese también con su autobiografía. Usted escribe que el manuscrito recoge toda su vida. Sin embargo, solo se ocupa de los años 1566-1569, ¿es por interés novelístico? Es también interés histórico. En mi opinión, ese es "el momento en que se jodió España", como diría de su Perú el Zavalita de Vargas Llosa. ¿Tiene intención de adentrarse en otras etapas de la vida del autor? Hasta 1616 a Cervantes le queda mucha vida. La próxima entrega será Cerbantes en el Mediterráneo, pero para eso hay tiempo. ¿La estancia del escritor en la casa de Éboli es también una licencia? Sí, pero es una licencia minimalista. Esa era la costumbre de López de Hoyos, su maestro. A Gálvez de Montalvo lo colocó como preceptor de la casa Infantado, es lógico suponer que a Miguel lo colocase en casa del ministro principal del rey. Además, Ana de Mendoza y Miguel tenían una prima en común. Antes de la escritura de esta novela, usted ya se había mostrado muy interesado por Cervantes... Quise hacer mi tesis doctoral sobre Cervantes y la mentalidad española en el Renacimiento tardío, pero mi maestro, José Antonio Maravall, me lo desaconsejó, recomendándome que lo dejara para escribir una obra de madurez, no en formato académico, sino novelístico. ¿Cree que estamos familiarizados con la figura de Cervantes? No. Cervantes fue un erasmista muy crítico con la sociedad de su tiempo, y eso se ha venido ocultando de forma sistemática porque no convenía a la imagen de la España imperial. Para no ser perseguido, Miguel camuflaba sus pensamientos más críticos bajo argumentos sentenciosos acordes con la ortodoxia. Ha querido ofrecer una imagen diferente de la princesa de Éboli... Considero una aberración historicista la maledicencia que se ha vertido sobre ella. Fue una estrategia de Felipe II para neutralizar a quien, tras la muerte de su marido, pasó a ser la jefa del partido ebolista, opuesto a la política del rey. Es algo que les ocurrió también a otras princesas del renacimiento, a quienes el absolutismo quiso encerrar en sus casas, dejando la vida pública para los varones. ¿Aspira a que esta obra se convierta en un 'best-seller'? Preferiría que fuera un long-seller, que esa imagen de Cervantes y su tiempo perdure.