El pasado noviembre la Asociación Grandes Pagos de España nombró nuevo presidente ejecutivo a Toni Sarrión, propietario de Bodegas Mustiguillo, en Utiel (Valencia). Sarrión sustituyó a Carlos Falcó, que se quedó como presidente honorífico. La organización, que defiende el vino de pago -elaborados con sus propias uvas y de un único viñedo- engloba a algunas de las bodegas de mayor prestigio del país. Es el caso de Aalto, Abadía Retuerta, Mauro, Dehesa de Carrizal, Chivite o Pagos Marqués de Griñón. ¿Cuál es el origen de la asociación? La asociación surge en el año 2000 impulsada por cinco bodegas castellano-manchegas: Manuel Manzaneque, Dehesa de Carrizal, Marqués de Griñón, Vallegarcía y Calzadilla. Entonces se creó Grandes Pagos de Castilla, aunque tres años después se transformó en Grandes Pagos de España, entraron bodegas de todo el país y ahora sumamos ya 28 en total. Intentamos que estén todas las bodegas que defienden nuestra misma filosofía, aunque en España muchas veces prima el carácter individual un poco por encima del colectivo. ¿Y que buscan? ¿Cuáles son los objetivos? Buscamos vinos pegados al terruño, bodegas que tengan un terruño especial con variedades autóctonas en el caso de que las haya. Lo que queremos es promover vinos de alta expresión, que sean reflejo del viñedo, que tengan tipicidad. Y evalúan los vinos con un comité independiente... Sí, lo creamos hace años, al principio con técnicos de las bodegas. Pero después se ha constituido un comité externo dirigido por Juancho Asenjo, un experto catador. Dos veces al año se hacen catas ciegas de todos los vinos de la asociación y se les puntúa. El máximo es una puntuación de 20 y todos tienen que situarse por encima de 14 y, al menos uno, debe estar por encima de 16,5 puntos. ¿Qué ocurre si no se alcanza? En la vida de la asociación hay vinos que han suspendido. En ese caso la bodega tiene que tomar medidas. Los vinos entran en cuarentena, no pueden llevar el sello de la asociación ni presentarlos en ninguno de nuestros eventos. Si esto sucede tres veces consecutivas, la bodega debe abandonar la asociación. Tenemos que ser exigentes con la calidad. ¿Cómo se puede frenar la caída del consumo en España? Nuestras bodegas están creciendo y nuestros asociados exportan más del 50 por ciento de la producción. Tenemos un precio medio por botella muy superior a la media nacional y se vende, con lo que eso demuestra que las cosas se están haciendo bien. El consumo de vinos con tipicidad está creciendo en España y en el resto del mundo. De todos modos, es cierto que en el sector debemos comunicar más y mejor porque el vino forma parte de nuestra dieta y nuestra cultura. ¿Falta cultura del vino? Sí, hay que seguir trabajando en formación. Es una labor de todo el sector, que debe empujar y ofrecer un producto cada vez con una mayor calidad. Si pretendemos hacer solo volumen nos llevará a una caída de precios y a hacer un producto estándar. Hay que competir en calidad no en precios. Hacerlo en precios perjudica a toda la cadena. ¿Y también en los mercados internacionales? Sí, nosotros exportamos a Europa, Estados Unidos, Japón, Latinoamérica. España tiene una muy buena relación calidad/precio y competimos con vinos franceses, italianos o de EEUU. Tenemos en la gama media alta vinos espectaculares. No tenemos nada que envidiar, al contrario tenemos mucho que demostrar. Pero es cierto que hay mucha venta a granel y eso hunde el precio medio. Hay que intentar darle la vuelta y vender vinos embotellados, de más calidad a precios más altos. Si la bodega paga poco, el agricultor intenta producir más volumen, pero entonces baja la calidad y es una pescadilla que muerde la cola. ¿Sigue habiendo interés de inversores internacionales en España? Sí, hay mercado, hay movimientos. Hay un gran interés de americanos, rusos y chinos en comprar no solo bodegas, sino también vinos en España. ¿Cómo se está adaptando el sector al cambio climático? Es una preocupación. Cada vez llueve menos, de forma diferente y además la temperatura está subiendo. Todo eso nos va a afectar. Hay que hacer nuevas plantaciones adaptadas a una pluviometría más baja y buscar nuevas variedades. Los viticultores tienen que estar muy preparados. Las plantaciones se tienen que hacer con menor densidad por hectárea, buscando una mayor calidad, aunque eso repercuta finalmente en el precio de los vinos. Desde la asociación defienden una vitivinicultura respetuosa con el medio ambiente... Sí, desde luego, hay que trabajar en una vitivinicultura cada vez más ecológica. Lo más importante es cuidar nuestros viñedos y no trabajar con pesticidas, herbicidas...Debe haber una mínima intervención en el terruño.