Ni Ron ni Saracho lograron resolver el indigestible problema del 'ladrillo'El Popular, fundado en 1926 como especialista en pymes y con el apellido de 'los Previsores del Porvenir', escribe el último pasaje de los 92 años de historia con su entrega al Santander para evitar la muerte por asfixia. Una inoportuna obsesión por la independencia, cuando la grave crisis aconsejaba otras recetas; y los graves enfrentamientos en su consejo, aireados a los focos fuera de la sala de reunión, sentenciaron una solución in extremis que Emilio Saracho, cuyo rol hoy siembra polémica, no logró cristalizar. La imagen del sexto banco apenas recuerda a aquella franquicia que fue bandera de España por gozar de la mejor solvencia de las agencias de rating y rentabilidad; temperaturas vitales que sentencian su triste desenlace al fallar. Bajo la presidencia de Luis Valls -1972-2004- vive la etapa de explendor: de su mano llegarían accionistas como el luso Americo Amorin. Era la época donde los siete grandes banqueros debatían sobre el sector y la economía compartiendo mantel cada mes: Valls junto a sus homólogos en el Hispano, Central, Vizcaya, Banesto, Santander, Bilbao y Popular; hoy reducido a dos a golpe de fusión -solo el grupo cántabro es fruto de anexionar al Central, Hispano, Banesto y Popular-. El Opus Dei, al que Valls está vinculado, respalda desde entonces e influye en sus decisiones. De entonces -en 1988- es la alianza con Allianz, y el arranque a una tímida internacionalización. Pero su verdadero gran triunfo es fijar un modelo de negocio de costes aquilatados y con foco en las rentables pymes que, aún en su peor momento, era envidiado. En 2012 promovió al puesto de consejero delegado a Ángel Ron con el mandato de acelerar su dimensión, sin dejarse seducir por las fusiones. Cuando Ron renunció el pasado año a la presidencia, apeló precisamente a sus desvelos por mantener el legado de "independencia" para justificar sus decisiones y culpó de la fragilidad del Popular al crash inmobiliario y la incesante factura regulatoria. Ron cayó bajo la rebelión de un consejo capitaneado por el mexicano Antonio del Valle, tras frustar su intento de fusionarse con el Sabadell. La causante de la caída es la estrategia elegida para crecer: pone a toda máquina la concesión de créditos, entrando tarde en un negocio al que se avecina un insospechable crash. En 2003 compró el luso BNC y en 2007 el TotalBank de EEUU. Absorbe en 2012 el Pastor en el peor momento porque meses después Oliver Wyman le atribuye un déficit de 3.223 millones que le empuja a una ampliación de capital de 2.500 millones, desde la que ya no acaba de levantar cabeza. Desde entonces ha realizado cuatro ampliaciones por 5.500 millones y desvinvertido en numerosos negocios para reparar boquetes. Para seguir independiente evita pedir ayudas o evacuar en la Sareb su indigestible losa de 36.000 millones en activos improductivos. Se lo pide a unos sufridos sufridos accionistas que, enfadados, acaban apoyando la sustitución de Ron. Antes de eso, acepta sustituir a su número dos, meter una severa tijera en la plantilla y red y busca sacar millones en ladrillo con el fracasado proyecto Sunrise. En su despedida apostó por un Popular pequeño, vendiendo negocios, filiales y participadas. Tenía lanzado el proyecto Sunrise y a falta casi de firma de la venta de TotalBank y otros activos, algo que frena Saracho hasta tener diagnóstico de la situación. En su primera y única comparecencia este banquero, experto en banca de inversión y no comercial, confiesa que hay poco tiempo y la solución pasa por venta o ampliación. Esa cruda realidad sembró un temor sobre la salud del banco que los ajustes en su contabilidad, el desinterés de otros bancos por comprarlo y la filtración de que estaba bajo el foco de la junta de resolución solo acentúan. Lo que sigue luego es historia reciente: sangría de fondos y bolsa e intervención. ¿Error de cálculo? ¿Desconocimiento de la envergadura del problema?¿Falta de tiempo o de apoyo? ¿o una independencia indebida?