La entidad pide a Lazard, JP Morgan y Société Générale efectuar la prospección de mercadoMantiene abierta la macroampliación de capital entre las alternativas para solucionar su futuroEmilio Saracho quiere conocer bien con qué cartas cuenta para decidir el futuro del Popular y, sin arrinconar la alternativa de una macroampliación de capital, ha dado el pistoletazo para sopesar las opciones con una fusión. El banquero ha encomendado a un conjunto de bancos de inversión como Lazard, Société Générale o JP Morgan efectuar una prospección de mercado, que ha animado a las grandes entidades a reactivar sus valoraciones y medir los riesgos de una fusión. Los tiempos para testar todas las opciones y adoptar una decisión se apresuran ante la impaciencia de un mercado que tiene sumida la cotización de la entidad en una vertiginosa noria y la presión añadida de una insaciable carga regulatoria. Su consejero delegado, Ignacio Sánchez Asiaín, adelantó que "para el verano" los nuevos gestores habrán realizado el diagnóstico del problema y diseñado la estrategia, una vez ponderen bien si la solución transita por enajenar activos, la cuarta macroampliación o su venta. El ejecutivo negó urgencia por problemas de liquidez, limitando a 800 millones de euros la salida de depósitos; y la justificó en arrojar cuanto antes transparencia sobre la ruta a seguir para recuperar la confianza perdida por la entidad con la adopción en el pasado de planes de contingencia que no se cumplían. Plan antes del verano Y en ese futuro, subrayó Sánchez-Asiaín, influye en gran medida los reguladores y los mercados. Tras los ajustes contables que ha tocado encajar el banco por errores próximos a los 700 millones de ejercicios pasados, su capital principal ha quedado escasos 53 puntos por encima del 11,375 por ciento mínimo regulatorio e incumpliría el umbral cuando a final de año suba el requerimiento, de no hacer nada. El ratio se endurecerá por un doble impacto: la aplicación progresiva de Basilea III y de una circular que ultima el Banco de España para acomodar el régimen de provisiones a las reglas internacionales y que obligará a cargar todo déficit contra patrimonio. Solo con este último cambio normativo, el mercado espera una merma de 40 puntos en la solvencia del sector, que se augura superior para el Popular. A esa pobre solvencia se añade el gran talón de Aquiles del Popular: un lastre que excede los 36.000 millones de euros en activos tóxicos, con provisiones insuficientes -la hucha cubre al 45 por ciento la exposición frente al 50 por ciento promedio del sector bancario-, que le impiden deshacerse de ellos de forma apresurada porque sufriría quebrantos que diluirían aún más el capital. Frente a este escenario, Saracho, un hombre práctico, curtido en banca de inversión y acostumbrado a resolver situaciones críticas, anticipó a los dueños del banco que la única salida era hacer frente al problema "sin excusas ni sentimentalismos, porque hay tiempo, pero no mucho". En su primer y único discurso público, efectuado a escasos días de ser nombrado presidente en la junta de accionista que celebró el Popular el pasado 10 de abril, descartó pilotar una entidad zombie con un lapidario razonamiento: "La independencia es un valor hasta que se convierte en una carga". En dicha comparecencia, donde juzgó que el banco estaba "abocado" a aumentar capital, se comprometió a pelear: "En ningún caso puedo imaginarme la desaparición del Banco Popular y es mi responsabilidad hacer todos los esfuerzos por garantizar su futuro". La sí acuciante necesidad de limpiar balance aceleró el fichaje de UBS para buscar comprador al TotalBank de Miami, desinversión que el consejo de administración liderado por Ángel Ron tenía aprobada y Saracho paró para evaluarla dentro de una solución global. Casi al tiempo mandató a Bank of America la venta del 49 por ciento en WiZink, su filial de tarjetas y las adquiridas a Citi y Barclays y que comparte con Värde Partners. El jubón del Popular cuenta con participaciones como éstas y otras con un valor contable superior a los 1.800 millones, que en el mercado debería alcanzar un precio muy superior. Las tasaciones de mercado del mismo WiZink elevan su precio a 2.000 millones o 2.500 millones. Pero esta ruta apenas ha dado frutos. Hace escasos quince días vendió la antigua financiera del Pastor a Abanca por 39 millones, que solo suman 0,03 puntos a la solvencia. En TotalBank llegó a tener sobre la mesa una oferta del chileno BCI que, según algunas fuentes, ha encallado, porque los 470 millones ofertados le resultaban insuficientes. Una situación similar es la que ha inclinado a frenar la salida de WiZink, aunque Sánchez Asiaín dijo que la decisión de vender es firme si el precio es razonable. Mientras el talón sea escaso, los gestores se inclinan a sujetar una filial que suma 200 millones a la cuenta. Se mantiene la opción de la macroampliación de capital, si bien será complicada de ejecutar porque las necesidades del banco aniquilarían la posición e inversión de los sufridos accionistas. En el mercado se da por bueno que el agujero ronda los 3.000-4.000 millones de euros, suma que dejaría a cero al inversor al exceder su capitalización bursátil. En los números que hagan otros bancos para la fusión no contarán con el aliciente de otras operaciones, ante la negativa del Gobierno a favorecerla con ayudas.