A principios del siglo XX, el reloj de bolsillo era la norma; el que sería su sucesor era considerado un sustituto poco fiable y, sobre todo, un elemento más estético que práctico: solía considerarse una joya femenina. Hans Wilsdorf, nacido en Baviera en 1880, cree firmemente en el reloj de pulsera, y se afana en demostrar que representa el futuro. En 1905 se asocia con Alfred Davis y crea en Londres una compañía para comercializar relojes de pulsera en todo el Imperio Británico. Entre sus asociados figura Maison Aegler -futura Manufacture des Montres Rolex-, la única relojera capaz, en su opinión, de fabricar los movimientos que necesita para sus relojes de pulsera El éxito no tarda en llegar. Cinco años después, en 1910, un reloj Rolex obtiene el primer certificado de cronometría del mundo jamás otorgado a un reloj de ese tipo. En 1914, un modelo similar logra el primer certificado de clase A del observatorio de Kew -una distinción que solo ostentaban los cronómetros de marina-. Con ello, Wilsdorf dejó probado que la precisión no estaba reñida con los relojes de pulsera. Entretanto, el alemán había inventado el nombre de Rolex, en 1908, para firmar sus creaciones. En 1919 deja Inglaterra y vuelve a Suiza, a Bienne, donde establece, un año después, la compañía Montres Rolex SA. El siguiente hito en la historia de la firma llega en 1926, con la invención del Rolex Oyster, el primer reloj de pulsera hermético del mundo. Un éxito de comunicación Llegados a este punto, Wilsdorf ya había probado que los relojes satisfacían todos los criterios de precisión y hermeticidad. ¿Qué mejor que demostrarlo con una puesta en escena impactante? En 1927, la joven nadadora inglesa Mercedes Gleitze cruza el Canal de la Mancha a nado con un Oyster en la muñeca. Tras más de 10 horas, el reloj funcionaba perfectamente. Las innovaciones se suceden. En 1931 llega el primer sistema de cuerda automática para reloj de pulsera con rotor libre, el Oyster Perpetual, al que bastan los movimientos de la muñeca para dar cuerda al reloj. En 1956, los científicos de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) estrenan el Oyster Perpetual Milgauss -que sería renovado en 2007-, diseñado para resistir campos magnéticos. El cronógrafo Cosmograph Daytona, de 1963, permite leer intervalos de tiempo y calcular la velocidad media. Y siguen las demostraciones: en 1960 -año de la muerte del fundador- Jacques Piccard explora el punto más profundo de la Fosa de las Marianas (10.916 metros), con un Oyster experimental en el casco. En los 60 y 70, Rolex innova con asociaciones pioneras con instituciones, deportistas de excepción y artistas de renombre mundial, que prefiguran los patrocinios modernos. En 1971 nacería el Oyster Perpetual Explorer II, diseñado para exploradores polares y espeleólogos... Hasta llegar al Sky-Dweller de 2012, protegido con 14 patentes, con un calendario anual que solo requiere una corrección de fecha al año. Rolex también innovará en el ámbito de la filantropía. En 1976 crea los Premios Rolex a la Iniciativa, para financiar a aquellas personas que contribuyan al bienestar de la Humanidad. Y en 2002, el programa de Iniciativa Artística Rolex, que busca ayudar a jóvenes artistas a realizar su pleno potencial bajo la dirección de un maestro.