L a historia de Iberdrola comienza en Estados Unidos, en 1840, con la Hartford City Light Company -en el futuro filial de la española-, que contaba con una planta de cinco millones de pies cúbicos de gas manufacturado. Al otro lado del Atlántico, un grupo de empresarios liderado por el ingeniero Juan de Urrutia constituye en Bilbao Hidroeléctrica Ibérica en 1901, con un capital social de 20 millones de pesetas, en un momento de máxima necesidad de suministro de energía para España. En poco tiempo iba a llegar lo que se conoce como la Segunda Revolución Industrial, con lo que el papel del carbón y el vapor empieza a ceder su predominio. La energía hidroeléctrica entra en escena. Uno de los primeros signos de esta apuesta es la central de Quintana Martínez Galíndez, en el Ebro, desde la que se comienza a suministrar a Bilbao. Las iniciativas para llevar la luz a los hogares españoles se expanden por España. En 1907, los accionistas de Hidroeléctrica Ibérica fundan Hidroeléctrica Española, otro de los pilares de Iberdrola, que abastecerá a Madrid y Valencia. Diez años más tarde nace Saltos del Duero, impulsada por José Orbegozo y otros empresarios vascos; en 1935 se inaugura el primer gran aprovechamiento hidroeléctrico del país: el salto de Ricobayo (Zamora). Su construcción supone la primera incursión de la compañía en I+D, ya que inaugura el Laboratorio Hidráulico; en él se crean maquetas a escala de las presas para analizar problemas y prever dificultades. Un periodo convulso La Primera Guerra Mundial obliga al sector a buscar nuevas fuentes y a levantar grandes redes de distribución. Las eléctricas estadounidenses se fusionan para hacer frente a los vaivenes económicos y financieros; el crac del 1929 lleva al límite a estos grupos emergentes. En España, que había asistido una época de crecimiento durante las primeras décadas del siglo, la Guerra Civil supone un revés dramático: paraliza el desarrollo, destruye instalaciones y dificulta las tareas de mantenimiento. Fraudes e impagos se agudizan durante la posguerra. Los años 40 son los del aislamiento internacional de España, lo que se traduce en graves problemas para adquirir tecnología y materiales, cuyo precio, además, se ha disparado. En este entorno Hidroeléctrica Ibérica y Saltos del Duero se integran para formar Iberduero. La demanda de energía y la producción aumentan a buen ritmo. Tras la Segunda Guerra Mundial, las líneas de distribución crecen vertiginosamente en EEUU, donde algunas eléctricas dan sus primeros pasos en energía nuclear. En España, para satisfacer la creciente demanda, se aborda la construcción de grandes hidroeléctricas y térmicas, que aún hoy destacan por su ingeniería, como la subterránea Aldeadávila (Salamanca), en cuyo túnel se filmaron el principio y el final de Doctor Zhivago. Iberdrola se implica en un sentido amplio en estos proyectos, pues llega a construir poblados para las personas encargadas de su construcción. Un ejemplo es Alcántara, donde llegan a vivir 6.000 empleados, y que contaba, como el resto de localidades de este tipo, de escuela y centro sanitario. 1955 trae la aparición de South of Scotland Electricity Board, raíz de la que será ScottishPower. La escocesa emprende en 1959 uno de los proyectos de ingeniería más ambiciosos del sector: la central hidroeléctrica de Cruachan, ubicada en el monte del mismo nombre. Son necesarios dos años para construir los 24 kilómetros de túneles de la famosa montaña hueca que conectan sus instalaciones. La instalación fue inaugurada en 1965 por la reina Isabel. La forja de una multinacional En los años 60, el notable desarrollo de la energía nuclear supone otro salto hacia adelante para todas las empresas que acabarán configurando el grupo Iberdrola. En EEUU se pone en marcha la planta de RE Ginna y comienza a reducirse progresivamente la cantidad de gas manufacturado distribuido a favor del gas natural. En España se materializa la central de Santa María de Garoña, que entra en funcionamiento en 1971. La década de los 70 está marcada por la búsqueda de nuevas fuentes de energía, las integraciones y los desafíos que plantea el incremento de la demanda y de la producción. En EEUU las compañías se expanden; además, nacen empresas subsidiarias para atender al mayor número posible de clientes. Como tantas otras épocas, esta etapa también está marcada por una crisis: la del petróleo. El sector eléctrico se convierte entonces en un factor clave de recuperación y entra en un proceso irreversible de privatizaciones en su camino hacia la liberalización definitiva del negocio. El nacimiento de ScottishPower, en 1990, es otro hito importante para la compañía; la empresa combina los negocios de generación, distribución y suministro, y su estructura se convierte en un modelo para el resto de Reino Unido. Dos años más tarde se funden Hidroeléctrica Española e Iberduero, lo que da origen a la mayor compañía eléctrica privada de nuestro país: Iberdrola. En los últimos años del siglo XX, las grandes eléctricas comienzan a operar como auténticas multinacionales. Iberdrola no es una excepción, y, durante este periodo, en el que la presidencia la ocupa Íñigo de Oriol, multiplica su presencia en Latinoamérica: adquiere Electropaz, en Bolivia, y Coelba, en Brasil; además, gana el concurso para la construcción de una central de ciclo combinado en Monterrey (México). Es la época de estructuración de los negocios, que se dividen, fundamentalmente, en Generación, Distribución y Comercial, y de la creación de Iberdrola Ingeniería y Construcción, puesta en marcha en 1994. Constituidas ScottishPower e Iberdrola, en EEUU se crea Energy East Corporation en 1998: New York State Electric & Gas adquiere Central Maine Power, Southern Connecticut Gas Company, Connecticut Natural Gas Company, Berkshire Gas Company y RGS Energy Group (matriz de Rochester Gas & Electric). La apuesta por la energía limpia A partir de 2001, con la llegada de Ignacio Galán, Iberdrola afianza su papel de líder mundial en el desarrollo de energías limpias. Ese año la compañía decide centrarse en el sector de la energía, invirtiendo en generación y redes en España, México y Brasil, poniendo el acento en la eficiencia operativa. También se decide invertir fuertemente en energía eólica, un negocio que estaba a punto de iniciar su despegue, impulsado por el Protocolo de Kioto y las directivas europeas. Gracias a ello, Iberdrola duplicó su tamaño y resultados en cinco años. En 2007, cuando España estaba empezando a registrar una desaceleración en el crecimiento de la demanda eléctrica, la firma emprende una decidida expansión internacional, aumentando su presencia en Reino Unido y EEUU con la integración de ScottishPower y Energy East (hoy Avangrid). A finales de 2009, Iberdrola cuenta con una capacidad instalada de casi 45.000 megavatios (MW), consolidando su posición como uno de los líderes energéticos mundiales. Durante esta década, Iberdrola ha pasado de ser un líder local a un líder mundial. La creciente contribución de nuevas actividades (como los negocios internacionales y las renovables) ha reducido el peso de la energía tradicional en España desde el 99 por ciento a un tercio. Su crecimiento y diversificación han permitido a la compañía convertirse en una de las principales utilities del mundo, con presencia relevante en los mercados más atractivos. Desde 2000, Iberdrola ha multiplicado el tamaño de sus activos pasando de 5.000 millones a 87.000 millones de euros, al mismo tiempo que ebitda y beneficio neto se triplicaron alcanzando los 6.800 millones y 2.800 millones, respectivamente. Hoy tiene más de 45.000 MW de potencia instalada, emplea a más de 28.000 personas y está presente en más de 40 países. En su junta de general de accionistas, que se celebra hoy, Ignacio Galán hará alusión a una inversión de 25.000 millones para el periodo 2016-2020 en renovables, redes y centrales eléctricas de bombeo. Un planteamiento que certifica la condición estratégica de la generación renovable y afianza su futuro.