La institución mostró su preocupación a Emilio Saracho por un deterioro de clientes y depósitos El primer ejecutivo del banco se centra en acelerar la venta de negocios no estratégicos El presidente del Popular, Emilio Saracho, no sólo trabaja en dilucidar cual es la mejor solución para enderezar el banco, sino que a la vez tiene que luchar contra la falta de tiempo, por la impaciencia de mercados y supervisores. Según señalan fuentes financieras, el Banco de España está dispuesto a dar tiempo al máximo ejecutivo del Popular, que tomó posesión el pasado 20 de febrero, para que decida cuál será el camino que garantizará la supervivencia de la entidad, si bien este plazo no es muy extenso. El supervisor, según estas fuentes, se muestra preocupado no sólo por la foto actual del balance y cuentas del banco, sino también por la evolución de los últimos meses, donde habría detectado una pérdida de clientes y fondos, por lo que quiere, ante el riesgo de que esta tendencia negativa se acentúe, que Saracho tenga tomada la decisión antes de que termine el verano. Es decir, si considera que es una entidad viable o debe prepararse para integrarse en otra entidad. La caída de la acción, que durante 2016 perdió el 66,3 por ciento de su valor, los enfrentamientos en el seno de su consejo de administración, solo calmados con el cambio en la presidencia, y las pérdidas netas de 3.485 millones a cierre de año, habrían provocado un goteo de huidas de clientes, que tanto el supervisor nacional como el nuevo equipo gestor quieren atajar. Saracho, según comunicó a sus directivos tras aterrizar en la entidad, no tiene un plan preconcebido sobre el futuro del Popular, por lo que se centra en analizar las mejores opciones para estabilizar el banco. Entre estas opciones estaría la de desprenderse de todos los negocios no core de la entidad y reducir los activos tóxicos, y la de su venta a otra entidad en caso de que concluyera que el Popular no puede seguir independiente. Popular, con unos activos improductivos de unos 35.600 millones y un ratio de capital fully loaded del 8,17 por ciento, tiene que mejorar aún su nivel de provisiones, hasta situarlos al menos en un 50 por ciento, y a la vez subir sus niveles de capital. Una nueva ampliación está casi descartada, ya que por ley sólo podría realizarse hasta por el 50 por ciento de su volumen actual, lo que limitaría la recaudación, en caso de éxito, a unos 1.100 millones, muy por debajo del déficit señalado por la banca de inversión. Por ello, Saracho se centra en aligerar al banco de su mayor lastre, los activos improductivos, una vez descartado seguir con el proyecto Sunrise, y tantear el interés del mercado por filiales y negocios no estratégicos. Dentro de este plan, según señaló ayer El Confidencial, Saracho estaría negociando con el grupo griego Libra la aportación de hasta 400 millones de euros en metálico por activos inmobiliarios, a los que se podría añadir otra cantidad adicional en deuda e incluso la toma de una participación en el capital del banco. Saracho también ha reactivado la venta de la filial en Miami del Popular, Totalbank, por el que podría recaudar hasta unos 500 millones de dólares. Su negocio de tarjetas, WiZink, del que conserva un 49 por ciento, la plataforma Aliseda o las filiales de seguros, son otros de los negocios de los que el Popular podría desprenderse. Sin embargo, aun en el caso de que el banco consiga materializar estas operaciones, y, a la vez, reducir el volumen de inmuebles y morosos, no está garantizada su independencia. Algunos bancos de inversión consideran que el reforzamiento de capital y limpieza de balance que conlleva estas acciones se puede considerar un paso previo y también necesario para planificar una venta del Popular a otra entidad española.