El 27 de enero, Trump desató el caos con el veto migratorio a siete países musulmanesEn su corto periplo en la Casa Blanca, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha vivido momentos de tensión con otros homólogos internacionales, véanse el mexicano Enrique Peña Nieto o el australiano Malcolm Turnbull. También ha arremetido contra la prensa, otros países, como China, o incluso los almacenes Nordstrom, que recientemente dejaron de vender los productos de su hija Ivanka. Pulsos más o menos significativos, que distan de sus problemas con dos pilares importantes del sistema democrático estadounidense: el poder judicial y la comunidad que engloba los servicios de inteligencia del país. Su primera batalla llegó dela mano del veto migratorio a siete países de mayoría musulmana (Irak, Siria, Sudán, Irán, Somalia, Libia y Yemen), que el pasado 27 de enero desataba el caos en los principales aeropuertos del país. Una de sus medidas más controvertidas hasta la fecha que el juez del distrito federal James Robart frenó temporalmente el pasado 3 de febrero. Una decisión "ridícula" de un "supuesto juez" que enervó al presidente y le llevó a acusar a Robart de "arrebatar el cumplimiento de la ley". Declaraciones éstas que chirriaron incluso para Neil Gorsuch, el nominado de Trump al Tribunal Supremo, quien calificó el tono del presidente como "desmoralizador" y "desalentador". El Gobierno intentó avivar el duelo apelando la decisión, contraataque que no logró defender ante el Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito, donde los jueces William Canby, Richard Clifton y Michelle Friedland, mantuvieron la nulidad del veto por mayoría absoluta. Una victoria para el poder judicial que no sentó bien a Trump ,quien insistió en que la "seguridad estaba en juego". Sin embargo, el caso no ha escalado todavía al Tribunal Supremo ni tampoco se ha rubricado hasta el momento un nuevo decreto al respecto. El inquilino de la Casa Blanca también tiene una guerra abierta con los servicios de inteligencia. Otra crisis ensombreció su primer mes en el Despacho Oval después de que el general Michael Flynn tuviera que renunciar a su puesto como asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca tras sus conversaciones con el embajador ruso, Sergey Kislyak. Coincidencia o no, el fiscal general de EEUU, Jeff Sessions, también se ha visto salpicado esta semana por sus encuentros con Kislyak en julio y septiembre del año pasado, cuando todavía era senador republicano por Alabama. Este hecho, y el no haber esclarecido detalles durante su proceso de confirmación, le obligaron el pasado jueves a recusarse de las investigaciones que el departamento a su cargo, el de Justicia, realice sobre las relaciones entre la campaña de Trump y el Kremlin. Una polémica relación que se ha visto avivada por las tiranteces que existen entre el presidente de EEUU y los servicios de inteligencia, a los que Trump acusa de filtrar informaciones a la prensa.