ENERGIAEl modelo de negocio eléctrico, centralizado y vertical, se transforma en una red multidireccional con millones de actoresEn pocos sectores se espera un impacto tan fuerte de la digitalización como en el energético. Desde la exploración de hidrocarburos hasta la gestión en tiempo real de los sistemas de transporte y distribución de electricidad, los negocios están cambiando muy rápidamente, y la transformación es a la vez una oportunidad y una amenaza para muchos de los actores tradicionales. Un buen ejemplo en el ámbito petrolero lo pone Repsol. Sus prospecciones geológicas en pos de hidrocarburos y sus explotaciones pasan un potente flitro digital con herramientas tecnológicas tales que Excalibur, Sherlock o Pegasus, que evalúan los yacimientos, recrean virtualmente las zonas de exploración y aplican tecnología cognitiva -capaz de entender, razonar y aprender- con la misma finalidad de acortar procesos y reducir incertidumbres. Gracias a estas innovaciones, por ejemplo, la firma obtiene unos resultados un 9 por ciento mejores que los publicados por otras compañías e instituciones de investigación de prestigio a la hora de optimizar el desarrollo de un campo petrolífero. Obviamente, la digitalización también se hace notar en otras actividades, como el refino y la transformación de crudo en polímeros y otros derivados petroquímicos, donde, como en otros procesos industriales, las ganancias de eficiencia son muy notables, algo que pueden atestiguar la propia Repsol, Cepsa o BP. Pero donde se espera una transformación total en las próximas décadas es en el sector eléctrico. Y desde éste, si se cumplen los pronósticos, debería extenderse al resto de usos energéticos, los térmicos y el transporte, por imperativo climático, la penetración de las energías renovables y la progresiva electrificación de la economía. Red de generadores y consumidores Hasta hace bien poco, el suministro de energía seguía un esquema centralizado y vertical en el que unas pocas grandes centrales de generación, como las térmicas de carbón, producían la energía y la vertían a las redes de transporte, por las que circulaba, abastecía a la gran industria y luego, por las redes de distribución, al resto de consumidores. Hoy ya no es así: hay decenas de miles de pequeños generadores conectados a esas redes, y su número no va a parar de crecer. Si los sistemas eléctricos -y en menor medida los gasistas- son prodigios telegestionados y automatizados en los que la generación se adecua en todo momento a la demanda, con un grado de tecnificación muy superior al de otros sectores, lo que viene dejará muy pequeño su muy notable grado de complejidad actual. Y este cambio vendrá por dos vías: unas renovables intermitentes -de su integración REE da lecciones- que crecerán de la mano de los sistemas de almacenamiento, y un consumidor que pasará a ser un agente activo en el mercado. El consumidor, con su poderosísimo teléfono inteligente en la mano, es el motor de la digitalización de la economía, y en el caso eléctrico ocurre lo mismo. El final del cable deja de ser un punto de consumo relativamente pasivo para convertirse en activo, con su propio sistema de microgeneración, con su vehículo eléctrico y con esa app que le permitirá telegestionar sus electrodomésticos para mejorar su confort y minimizar sus gastos. Ya está pasando. La llave de esta transformación esta en el despliegue de las redes inteligentes y del Internet de las cosas. Y aquí surgen competidores nuevos para las tradicionales utilities, como los colosos de Internet o las empresas de la llamada economía colaborativa, que gestionarán los activos energéticos de millones de personas anónimas. Un paso crucial para alcanzar ese futurible -en el que no puede olvidarse la nanotecnología y sus avances- es la sustitución de los viejos contadores analógicos por nuevos contadores inteligentes que aporten los ingentes datos necesarios. De momento, las cinco grandes firmas eléctricas -EDP, Endesa, Gas Natural Fenosa, Iberdrola y Viesgo-, cumplen el calendario establecido por el Gobierno y se adaptan rápidamente a los digitales tiempos venideros.