Reino Unido era consciente de que la carrera por la Casa Blanca sería crucial para su futuro fuera de la Unión Europea. Barack Obama había sido muy crítico con el Brexit y su Gobierno había asegurado que, en caso de divorcio, Londres pasaría “a la cola” de cualquier acuerdo comercial. Donald Trump, por el contrario, siempre se había mostrado favorable a la ruptura y, según sus asesores en materia de comercio, estaría dispuesto a un acuerdo bilateral tan pronto como la salida esté completada e independientemente de la evolución del controvertido TTIP. No en vano, más allá del beneficio que este pacto generaría para Reino Unido, su consecución supondría un importante punto para un presidente que todavía despierta una enorme desconfianza en Occidente. En este sentido, el Gobierno británico alberga una notable inquietud en torno a una de las grandes áreas compartidas con Washington: la inteligencia y la cooperación militar.