El viaje a conocer la fábrica de Prysmian en Finlandia ha incluido una cena con Riku Huttunen, director general de Energía del Gobierno finés. El funcionario dirigió unas palabras a los asistentes para exponer la política energética del país. Explicó que su país es muy frío y cuenta con industrias electrointensivas, razón por la que demanda mucha energía. No dispone de combustibles fósiles -sólo turba semifósil- y sí mucha biomasa, que cubre el 25 por ciento de sus necesidades, “más que el petróleo”, puntualizó. También goza de buenas interconexiones, que le permiten importar la mitad de la electricidad desde Noruega y Suecia. Sin embargo, en enero batió su récord de demanda puntual -unos 50.000 MW- y afronta problemas de capacidad, razón por la que quiere aumentar la potencia instalada. Aumentar la capacidad Parte de esta nueva capacidad ha de ser renovable: en 2020 tiene que alcanzar un 50 por ciento de fuentes limpias desde el 38 por ciento actual. Confía en conseguirlo gracias a los biocarburantes y algo de eólica, pero no mucha: “Cuando más frío hace es cuando menos viento hay”, dijo, aclarando que por eso el Gobierno no deposita muchas esperanzas en el viento. Ahora hay 1.200 MW, que deberían doblarse con un nuevo paquete de ayudas en fase de diseño. La gran apuesta es la energía del átomo: “Finlandia confía en la energía nuclear”, que ya cubre un tercio de la demanda, “y quiere construir más centrales”, dijo, sin hacer más comentarios ni aceptar preguntas de los periodistas asistentes, de Alemania, Polonia, Italia y España. En Finlandia se está construyendo la central nuclear de Olkiluoto desde 2005 -tenía que haberse terminado en 2009-, que acumula sobrecostes por el triple de lo originalmente presupuestado, unos 3.000 millones de euros, y que le ha acarreado al fabricante Areva unas pérdidas de 3.900 millones.