En los ámbitos profesionales los rankings suelen estar presentes como indicadores de posicionamiento o rendimiento para que usuarios, clientes o interesados tengan una visión comparativa. Las universidades no son ajenas a ello y existen rankings globales como el Academic Ranking of World Universities (ARWU), Times Higher Education World University Rankings (THE) o World University Rankings (QS). En estos rankings de calidad universitarios la metodología de evaluación se basa principalmente en investigación, producción científica y reputación académica. Un ranking ofrece información útil tanto para la sociedad que demanda análisis independientes, como para las propias universidades que necesitan conocer fortalezas y debilidades de sus instituciones respecto al panorama global. De hecho, las universidades son instituciones con un alto grado de internacionalización, principalmente en investigación, másters o doctorado, donde la competencia se establece a nivel mundial y por lo tanto sujeta a esos rankings globales. De las 20.000 universidades que se analizan, algunas universidades españolas (entre ellas la UAB) están entre el 1 por ciento de las mejores. En otros rankings específicos como el GreenMetrix de sostenibilidad ambiental también la UAB, primera universidad española, se sitúa en el lugar 20 de las 407 del mundo. Pocas instituciones hay en el país que demuestren tan altos niveles de competitividad, lo que refleja el esfuerzo de sus profesionales para estar en estos niveles de calidad, a pesar de los recursos destinados. Los datos disponibles del impacto por habitante en función del porcentaje de PIB dedicado a educación superior, utilizando datos de 34 países de la OCDE, muestra que España se encuentra globalmente en la zona de resultados discretos y baja inversión. Así, la financiación pública de los sistemas universitarios de los países mejor situados en los rankings (Suecia, Austria, Dinamarca, Finlandia e Irlanda) es un 40 por ciento superior a la de España, en términos del porcentaje del PIB empleado. En financiación por habitante las diferencias son aún mucho mayores, del 155 por ciento. La mejora en los rankings depende, pues, muy directamente, de los recursos totales movilizados. A destacar que estos países son también los que tienen mejores indicadores socio-económicos, más alta calidad de vida y mejor desarrollo humano. Estos datos, independientemente del tamaño del país y de la existencia de universidades de larga tradición histórica, expresan de manera incontestable dos cosas, por una parte la alta correlación entre calidad universitaria y desarrollo socio-económico y por otra la necesidad de mantener la inversión en enseñanza superior e investigación. Por eso es inconcebible que en estos últimos años se haya recortado en investigación y capital humano en la universidad cuando la solución era exactamente la contraria. El esfuerzo para estar en la élite del 1 por ciento de las mejores universidades no se puede mantener si no se aportan más recursos. Nuestros competidores, cada vez más y en más áreas de todo el mundo, los están aportando.