El museo de la capital vizcaína expone una monumental obra del artista, que trasladó el arte a la moda y conquistó a una generación con su iconografía. Por V. B.La obra Sombras, llevada a cabo por Andy War- hol (1928-1987) en los años 1977 y 1978, está condicionada por el espacio en el que se instala. Fue concebida como una sola pintura formada por varias partes. La primera vez que se expuso, sólo se pudieron mostrar 83 lienzos, mientras que ahora, llega al Guggenheim de Bilbao en todo su esplendor, con 102 lienzos. El visitante del museo podrá contemplar más de un centenar de sombras, que construyen una obra monumental y que reflejan algunas de las inquietudes más recurrentes del artista pop. Un año antes, Warhol ya había explorado la abstracción en obras como Oxidación, donde un lienzo recubierto con cobre se manchaba al reaccionar con la acidez de la orina que se vertía sobre él. A sus 50 años de edad, Warhol se embarcó en Sombras, con la ayuda del entorno habitual de la mítica Factory, su estudio de arte. En esta ocasión, el estadounidense volvió a utilizar una de sus técnicas más representativas: la serigrafía fotográfica, un sistema que tantas veces había utilizado para retratar a celebridades de su época como Elvis Presley, Marilyn Monroe o Elizabeth Taylor. La obra, que se puede contemplar en el museo de la capital vizcaína hasta el 2 de octubre, muestra un sinfín de colores distintivos de la paleta warholiana. Sus sombras se enmarcan en el violeta traslúcido de obras como Desastre lavanda (1963) o en el verde aguamarina de Marilyn turquesa (1964). El título de la obra no engaña, el centenar de lienzos que la componen son los positivos y negativos de la fotografía de una sombra. Sin embargo, parece que Warhol quiere conducir al observador hacia la contemplación de la luz, ese estallido de color que sobresale por encima de las zonas oscuras. Un artista generacional La primera vez que las latas de sopa Campbell se convirtieron en protagonistas de una obra de Warhol fue en 1962. La Ferus Gallery de Los Ángeles colgaba en sus paredes lo que, a pesar de las burlas iniciales, se acabaría por convertir en un icono representativo de la obra del estadounidense. La imagen de aquellas latas producidas en masa se transformó, inesperadamente, en moda, cuando el artista la imprimió en vestidos exclusivos que llevaban las mujeres de la alta sociedad de Nueva York. Esta situación podría parecer una simple y curiosa ironía; sin embargo, hay estudiosos que han visto en este hecho una inteligente transgresión social... Warhol alternó en sus creaciones la imagen de productos de consumo y retratos de famosos con instantáneas de delincuentes, accidentes, sillas eléctricas o disturbios raciales. El artista encontró en los periódicos y las revistas las imágenes idóneas para practicar la serigrafía. En alguna ocasión, reconoció su debilidad por las “cosas aburridas”, y alardeó de la vacuidad de sus obras. A pesar de ello, y quién sabe si el propio Warhol -autoparódico y contradictorio- se sorprendería, sus creaciones se convirtieron en modelo de subversión para una generación marcada tanto por el cine de Hollywood y la música pop como por la guerra de Vietnam y el Movimiento de los Derechos Civiles. Un año antes del 30 aniversario de su muerte, Bilbao ofrece la posibilidad de conocer las luces y sombras del Warhol más desconocido.