La estrepitosa caída del consumo que trajo consigo la crisis económica llevó a muchas de las compañías agroalimentarias de nuestro país a acelerar o directamente iniciar sus planes de internacionalización, con la idea de suplir en el extranjero la falta de ventas en el mercado doméstico. Una estrategia que, lejos de ser pasajera, vino para quedarse, hasta el punto de que a día de hoy ya es uno de los denominadores comunes de esta industria. Una industria en la que, para salir al exterior, sus directivos han apostado por abrir filiales de sus compañías fuera de España, comprar empresas vinculadas a su negocio en otros países y reforzar sus exportaciones, tanto en los mercados tradicionalmente receptores de nuestros productos como en otros nuevos. De ahí que la Unión Europea (con Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y Bélgica a la cabeza), Estados Unidos o China ya no sean las únicas prioridades para sus exportaciones y contemplen nuevos escenarios en los que comercializar sus productos. Entre esos nuevos destinos se encuentra Australia, muchos países del sudeste asiático y el continente africano, donde por ejemplo Calidad Pascual lleva ya varios años de éxito acumulado con la venta de sus yogures de larga vida (que no necesitan cadena de frío para su mantenimiento). Diversificación El caso de Pascual no es único, pero sí refleja que esa internacionalización también es posible gracias a la innovación. Esa palabra, que siempre ha estado presente en la filosofía de la industria agroalimentaria, ha recibido un fuerte espaldarazo por parte de muchos de los directivos de las compañías de este sector, que han visto en ella otro gran flotador de salvación a la caída del consumo interno. Y es que para no perder clientes y ganarse la confianza de otros nuevos, muchas de las empresas alimentarias han puesto toda la carne en el asador de sus áreas de innovación y desarrollo para ampliar la gama de sus productos y sorprender a los consumidores con nuevos sabores, formatos y artículos. Ya sea con formatos, con sabores, con productos o con destino, la industria agroalimentaria tiene claro que diversificar es la palabra del momento para seguir creciendo dentro y fuera de España y hacer frente a los daños que sigue haciendo el veto ruso -sobre todo en el sector cárnico- y a los derivados del fin de las cuotas lácteas en la Unión Europea, liberalizando absolutamente la producción de todas las explotaciones ganaderas de los países comunitarios. Entre sus actuales desafíos, esta industria tiene ante sí el reto de aumentar sus ventas en el canal online para que el comercio electrónico les permita llegar a más clientes españoles e internacionales, aprovechando que estos últimos son grandes conocedores de nuestra gastronomía debido a sus estancias turísticas en nuestro país.