Las encuestas más recientes en Grecia indican que a pesar de que a Alexis Tsipras le cuesta mantener la disciplina de una tercera parte de sus propios diputados -como así demostró la votación del miércoles, en la que el primer ministro se encontró con la disensión de hasta 39 diputados-, si se convocan elecciones en otoño Syriza las volverá a ganar si el propio Tsipras, eso sí, se vuelve a presentar como presidente del partido. Es más, si consigue una verdadera reestructuración de la deuda, quizá no le haga falta buscar a un socio gubernamental, algo que le vendría especialmente bien por las críticas que suscitó en su día su pacto con la derecha radical de ANEL. En el objetivo de negociar una quita Tsipras sabe que cuenta con informes del FMI, economistas europeos -incluso de Alemania- y de agencias de calificación, favorables a una reestructuación importante de la enorme deuda helena, que podría rebasar en unos años el 200 por ciento de su PIB. Tsipras sabe que las elecciones generales podrían servirle para deshacerse de miembros incómodos de su Gobierno, pues hasta esa fecha tiene practicamente imposible decir adiós a verdaderos pesos pesados tanto del Ejecutivo como del partido que lo sostiene, Syriza. Los planes del primer ministro podrían verse alterados en base a tantas votaciones previstas, ya que a estas alturas nadie descarta que se puedan producir más disensiones en el seno de su formación. Más aún cuando los socios europeos no parecen dispuestos a conceder al Ejecutivo heleno ni un respiro, y no es un secreto que Bruselas saludaría con entusiasmo el relevo del rebelde Gobierno de Syriza por uno más proclive a las tesis europeas.