Crece la presión sobre el BCE, que endurece el acceso a la línea de emergencia La falta de liquidez de la banca griega, que ha provocado la implantación del corralito, es un problema que se podría agravar en los próximos días, acercando el sistema a su colapso. La gravedad del enfermo heleno previsiblemente no hará temer por el contagio a los países periféricos de la eurozona, como España, Italia, Portugal o Irlanda, pero sí mantiene en vilo a las autoridades de otros muchos países balcánicos y del este de Europa, cuya economía y sistema bancario está profundamente entrelazado con Grecia. Ayer, en la reunión del consejo de gobierno del Banco Central Europeo (BCE) dedicado a la situación helena, sólo se tomó una decisión clara: la de exigir un mayor descuento a los bancos helenos para acceder a las líneas de emergencia de crédito. Tras congelar el sábado el montante máximo de la única vía de liquidez que les queda, endurecer el acceso a la misma es un síntoma de la creciente presión que se ejerce sobre Mario Draghi para que retire poco a poco o de una vez por todas el hilo que conserva con vida a las entidades griegas. Recientemente, antes de que Grecia y las instituciones europeas escenificaran la abrupta ruptura de negociaciones, JP Morgan ya había apuntado que la banca de Atenas estaría a punto de agotar sus colaterales. Sin embargo, y mientras se confiaba en la proximidad de un acuerdo, el BCE respondía con volúmenes crecientes, para que las entidades pudieran conservar su actividad pese a la masiva retirada de capitales. El BCE podrá seguir prestando siempre y cuando se cumplan dos condiciones. La primera es que los bancos sean solventes y que, además, tengan avales suficientes. El problema es que mañana se cumple el plazo para que Grecia pague al FMI 1.500 millones y su abono está descartado. No sé sabe si el BCE se atreverá, en vista de la evidente falta de liquidez del sistema, de retirar las líneas de crédito o irá ahogando poco a poco a las entidades hasta conocer el sentido del voto de la población en el referéndum del próximo domingo. En todo caso, el contagio preocupa y mucho fuera de sus fronteras. En Chipre, Bulgaria, Rumanía, Albania, Macedonia, Serbia, Turquía, Croacia o Polonia se preguntan cómo resistirá su economía un Grexit y un colapso de su sistema bancario, cuando un 20 por ciento de su PIB es financiado de una u otra forma por capital griego y las entidades de este país copan alrededor de una quinta parte del negocio bancario. La mayoría de estos países atravesó serias dificultades al segregarse de la antigua Unión Soviética, con crisis económicas profundas o guerras civiles, como la de Yugoslavia. Este escenario fue la perfecta ocasión para que un país entonces en aparente plena expansión como Grecia aprovechara para estrechar lazos económicos y lanzar a su banca a la conquista de los países vecinos. En Bulgaria, uno de los países más expuestos al contagio, según Morgan Stanley, hay cuatro bancos griegos entre los diez mayores, todos extranjeros y copan el 28 por ciento del negocio bancario. No es un caso único, en Macedonia controlan el 22 por ciento, en Rumanía, donde han duplicado cuota en tres años, tiene el 12 por ciento, en Albania representan el 20 por ciento y en Serbia otro 14 por ciento. Son sistemas financieros, que atravesaron graves deterioros en las décadas de los noventa y a principios de este siglo, y que aún presentan un estado de salud frágil. El pánico bancario, ese que empuja a retirar los depósitos, los devolvería a sus peores tiempos. Pero los lazos bancarios no son ni los únicos ni los más importantes. Volviendo a Bulgaria, allí el 7 por ciento de las exportaciones se dirigen a Grecia, lo que supone el 3,8 por ciento de su PIB. El colapso griego haría que las remesas cayeran en picado. Las exportaciones también se derrumbarían, además de acentuar la inestabilidad en una región zarandeada por el expansionismo ruso, la presión de Estados Unidos,y las luchas internas. Las divisas, según estudios, podrían caer hasta un 20 por ciento si Grecia sale del euro.