L a Reserva Federal (Fed) lidia en estos momentos con la ardua tarea de atinar con la primera subida de tipos de interés desde junio de 2006. Su predecesor al frente del banco central más poderoso del mundo, Ben Bernanke, se vio obligado a combatir una descomunal crisis financiera que desató la mayor recesión desde la Gran Depresión de los años 30. Un contexto que obligó a tomar medidas monetarias experimentales, después de que rebajar los tipos de interés hasta cotas "extraordinariamente bajas" no fuera suficiente. Antes de la crisis de 2008, la Fed tan sólo contaba en su balance con entre 700.000 y 800.000 millones de dólares. Tras tres rondas de compras de activos y bonos del tesoro público, lo que se conoce como flexibilización monetaria o quantitative easing (QE), esta cifra asciende en estos momentos hasta los 4,48 billones de dólares, de los cuales 2,4 billones son bonos del tesoro, 1,7 billones son activos respaldados por hipotecas y aproximadamente 37.000 millones de dólares son activos de deuda de agencias federales. De hecho, podría decirse que, durante los últimos siete años, el banco central estadounidense ha absorbido la suma de economías como España y Francia, según el tamaño en dólares y con precios constantes registrado en 2014. Entre rondas de QE, dinero entre el 0 y el 0,25 por ciento y operaciones de twist (donde la Fed vendió sus bonos a corto plazo para comprar bonos a largo plazo y mantener así los tipos de interés a largo plazo en niveles bajos, fomentando la concesión de créditos e hipotecas), la mayor economía del mundo ha crecido una media de un 1,1 por ciento entre 2008 y 2014, según los datos de crecimiento ofrecidos por el FMI. Una cifra que dista del crecimiento potencial alcanzado previamente por la economía estadounidense. Durante dicho periodo, la mayor economía del mundo ha sumado alrededor de 2,7 billones de dólares a la actividad económica del país. Parte del efecto de este QE fue una devaluación notable de la moneda estadounidense, algo que se dejó notar en el incremento de las exportaciones, que en 2010 se dispararon un 11,8 por ciento tras una caída del 8,7 por ciento en 2009. Este ritmo de crecimiento comenzó a estabilizarse en el 3 por ciento a partir de 2012 y es patente en estos momentos el encarecimiento del billete verde, que ha desacelerado sensiblemente las proyecciones sobre las exportaciones de EEUU. El pasado mes conocíamos como el incremento de la brecha comercial alcanzaba en marzo los 51.100 millones de dólares -su mayor nivel desde octubre de 2008-, en un momento en que las importaciones superan a las exportaciones y se deja notar el encarecimiento del dólar y la volatilidad del crudo. De hecho, las importaciones tocaron récords hasta los 17.100 millones de dólares. A la espera de la normalización de este contexto económico, donde la escalada del dólar parece moderar su subida y los precios del crudo se estabilizan, las cifras comerciales apuntan a que la economía de EEUU podría haberse contraído casi un 1 por ciento en el primer trimestre frente al crecimiento positivo del 0,2 por ciento anunciado la semana pasada. Si echamos un vistazo a los datos del Fondo, y pasamos por alto la primera revisión del PIB estadounidense en el primer trimestre del año, EEUU debería crecer una media del 2,5 por ciento. Si la expansión de la mayor economía del mundo pretende lograr al menos el crecimiento del 2,4 por ciento registrado el año pasado, deberá crecer una media de un 3,1 por ciento durante los tres próximos trimestres. De momento, las expectativas de un rebote en el segundo trimestre del año se han disipado y el consenso estima que el PIB avanzará a un ritmo del 2,5 por ciento, muy por debajo del 4 por ciento previsto por algunas estimaciones. Es por ello por lo que EEUU deberá recuperar su velocidad de crucero y crecer muy por encima del 3 por ciento en la segunda mitad del año. Desde la Casa Blanca, Jason Furman, presidente del Consejo Económico, opta por señalar los puntos fuertes de la economía como son el consumo y las inversiones. "Durante los últimos cuatro trimestres, estos componentes del PIB han crecido un 3,3 por ciento; esto complementa la buena marcha del mercado laboral y la reducción del desempleo", aclara. Según Ethan Harris, economista jefe de Bank of America Merrill Lynch, aunque los precios del crudo se estabilizan, los recortes en las inversiones y el cierre de pozos pasarán una mayor factura de la esperada al crecimiento en el segundo trimestre. Tampoco se proyecta una aceleración de las inversiones empresariales fuera de sectores como el energético, donde el contexto de los últimos meses ha generado importantes recortes. Quizás la clave más importante de la reciente debilidad en el consumo. Para Jay Hatzius, economista jefe de Goldman Sachs en EEUU, el parón del país en el primer trimestre "fue peor de lo esperado" pero este experto mantiene sus proyecciones que apuntan a un crecimiento de al menos el 3 por ciento en la segunda mitad del año. "Los factores subyacentes siguen siendo positivos", aclara al mencionar que el crecimiento del empleo es sólido, la tasa de ahorro personal está por encima del nivel de equilibrio, la actividad inmobiliaria cuenta con una tendencia alcista y las condiciones financieras son acomodaticias. Dicho esto reconoce que también hay aspectos negativos, específicamente la fortaleza del dólar y la caída continua del gasto y la inversión en el sector energético. A pesar de todo, el modelo fundamental de Goldman para el crecimiento del país indica que los aspectos positivos neutralizarán estos escollos temporales. Desde el arranque del año, dos factores están transformando el contexto económico de EEUU: el crudo barato y la fortaleza del dólar. En ambos casos, el impacto cuenta con pros y contras entre distintas áreas y sectores. Una de las preocupaciones que rondan por la cabeza de muchos es si la apreciación de la moneda estadounidense podría estar provocando cierta volatilidad en los mercados financieros y jugando en detrimento del crecimiento del país. Las multinacionales con mayor exposición internacional, como Procter & Gamble, Johnson & Johnson, IBM o Google, han puesto de manifiesto como el fortalecimiento del dólar está ejerciendo una presión significativa en sus cuentas. "Esperamos que el euro y el yen se deprecien todavía otro 20 por ciento con respecto al dólar hasta 2017", advertía David Kostin, estratega de Goldman Sachs, al finalizar el primer trimestre del año. Aun así tenemos que recordar que las empresas estadounidenses son menos vulnerables a la subida del dólar que las grandes multinacionales. Mientras que un dólar fuerte puede debilitar las exportaciones, también significa un petróleo más barato, productos extranjeros menos caros y la continuidad de una baja inflación. "Será doloroso para las grandes corporaciones, pero en términos generales, el aumento en el dólar es algo que la economía de Estados Unidos es capaz de absorber", asegura Michelle Meyer, economista de Bank of America. Con este panorama, David Hensley, economista de J.P. Morgan, "parece que el consumidor estadounidense ha cogido un resfriado". "Pese al boom del mercado laboral y la caída del crudo, que actúa como un descuento impositivo de 1.600 dólares por cabeza, las ventas minoristas no terminan de repuntar", añade. Dentro del mercado laboral puede apreciarse como la mano de la Reserva Federal se ha dejado notar explícitamente. En 2008, la tasa de paro tocaba el 5,8 por ciento y el país empleaba a 145,3 millones de personas. Sin embargo, la recesión hizo que el desempleo tocase el 9,6 por ciento en 2010, cuando sólo 139,07 millones de estadounidenses contaban con un puesto de trabajo, según el FMI. Hoy, las proyecciones indican que la tasa de paro llegará al 5,4 por ciento este año y tocará un mínimo del 4,8 por ciento en 2019. Por otro lado, la deuda, que en 2008 estaba en torno al 72,8 por ciento del PIB, se ha disparado hasta el 104,7 por ciento, niveles que comenzarán a estabilizarse en 2017, según los cálculos actualizados del Fondo. Efectos en la bolsa La fortaleza del dólar y los vaivenes en los precios del crudo también se están dejando notar en la evolución de la renta variable de EEUU. Desde que el S&P 500 tocase fondo aquel 9 de marzo de 2009, Wall Street ha vivido una espectacular racha alcista aderezada por los estímulos de la Reserva Federal y el dinero barato. Si el indicador de referencia ha sumado más de 1.430 puntos desde entonces y acumulado una rentabilidad de más del 200 por ciento, el Nasdaq ha sobrepasado ya las mieles del éxito saboreada durante las dot.com. Sin embargo, en un momento en que Janet Yellen está a punto de levantar el vuelo, Mario Draghi y Haruhiko Kuroda (gobernador del Banco Central de Japón) se han convertido en los pilotos de aquel helicóptero que en su día despegó Ben Bernanke. De ahí que cinco de los grandes bancos de inversión americanos hayan trasladado su preferencia de EEUU al mercado europeo. "Existen mayores oportunidades en los mercados de renta variable fuera del país, significativamente más altos cuando se emplea divisa local", reconoce David Kostin, estratega jefe de Goldman para el mercado estadounidense. Según sus cálculos, el Stoxx 600 ofrecerá una rentabilidad del 17 por ciento en los próximos 12 meses, sólo superado por el Topix nipón que acumulará un beneficio del 19 por ciento.