Las grandes potencias están inmersas en el desarrollo de grandes centralesCon bomba o sin ella, la carrera iraní en busca de energía nuclear pasará a la historia como símbolo de una nueva situación destinada a transformar, una vez más, los equilibrios energéticos mundiales. Pero el protagonista del asalto al átomo no es sólo Teherán, sino los grandes productores mundiales de petróleo y de gas. Muestra de este interés por lo nuclear es la proliferación de proyectos. Son 22 las nuevas centrales nucleares que se están construyendo en todo el mundo, dispuestas a añadir cerca de 20 gigavatios a los 370 de capacidad total de los 435 reactores diseminados por todo el planeta. Éstas, sin embargo, representan sólo el 16 por ciento de la capacidad de producción eléctrica global. Si en Europa la contribución del átomo a la electricidad planetaria llega ahora a cerca de un tercio, dentro de unos años ya no será así. Porque en línea de salida, preparados para lanzarse a la carrera, aunque todavía tímidos en la traducción operativa de los proyectos, están precisamente los países más afectados por la carestía de los hidrocarburos.La nuclearizadísima Francia, que utiliza el átomo para producir el 80 por ciento de su energía, apuesta por las centrales nucleares de nueva generación, pero, para los próximos años, el incremento de la producción eléctrica se fía, en gran parte, a las centrales de ciclo combinado de gas.En Inglaterra, que producía gas y ahora se ve obligada a importarlo, vuelve a aumentar el interés por el átomo, pero más en la cabeza de Blair que en la voluntad popular.La duda germanaAlemania se encuentra sumida en una pausa de reflexión sobre los viejos programas de desmantelamiento de los reactores y amplía sus ciclos vitales, al igual que está pasando en los países del Este, pero no habla de construir más reactores. La única central europea nacida de cero se está construyendo, poco a poco, en Finlandia.En Estados Unidos se está desarrollando una batalla entre los impulsos de la Administración Bush, que intenta incentivar las nuevas centrales nucleares (ahora mismo, con el átomo se satisface el 20 por ciento de la furibunda hambre eléctrica americana), las serias reservas de los grupos de opinión y una respuesta industrial todavía tímida. Un signo evidente de que la producción eléctrica a partir de los reactores nucleares necesita todavía fuertes incentivos públicos para ser competitiva frente al petróleo y al gas.Pero los campeones de la carrera hacia el átomo están en otra parte. En China que, a pesar de disponer de colosales reservas de óptimo carbón para producir energía a bajo precio y que se encuentra sumida en una expansión sin igual del sector hidroeléctrico, llama a los franceses a colaborar de cara a una drástica potenciación de la electricidad procedente del sector nuclear. India, presionada por la necesidad de energía que se duplicará en tan sólo 15 años, apuesta incluso por duplicar sus 15 centrales nucleares y ya contribuye en más de un tercio a las 22 centrales nucleares que se están construyendo en el mundo. Y Pakistán querría hacer lo mismo.Entre los países que se lo están repensando se encuentra Argentina. Nuclearista arrepentida, fue el primer país de Latinoamérica en lanzarse al átomo para responder, en 1974, a la crisis petrolífera. Argentina tiene dos centrales nucleares en activo. Las obras de construcción de la tercera, Altocha II, quedaron bloqueadas en 1994 por el crack de la economía y por las dudas sobre su seguridad. Pero, ahora, se han reanudado. "La energía nuclear sostendrá la recuperación del país", proclama Néstor Kirchner.Mientras tanto, se preparan para debutar en el sector nuclear muchos países que todavía están en busca del bienestar. El último anuncio procede de Yemen. El presidente saliente, Abdallah Saleh, ha convertido la energía nuclear en bandera electoral. Es la vanguardia de los neoespeculadores, los partidarios de utilizar la energía nuclear para sustituir al petróleo y al gas que tienen en casa, convertido en dinero cada vez más contante.Tentaciones militares aparte, también Irán quiere la energía nuclear. Así como otros muchos países que nadan en petróleo, como Argelia, Libia o Nigeria. Algo parecido, pero con una estrategia diferente, está haciendo la Rusia dirigida por Vladímir Putin y sospechosa de estar utilizando el protocolo de Kyoto en beneficio propio.