Oeso, o el trabajo. Pero las dos cosas a la vez, no. No es justo, va contra la naturaleza del hombre. No puede jugar la selección española ¡dos Mundiales! y que dispute la gran mayoría de partidos en horario laboral. Y a los que nos toca trabajar algún domingo... ¿cómo puede coincidir una jornada de trabajo con un gran premio de Formula 1 o una final de Roland Garros? Igual de incomprensible es que todavía no se le haya ocurrido a ningún partido político ofrecer soluciones a este respecto. Se llevaría las elecciones de calle. En Brasil, juega la canarinha y la bolsa para durante tres horas. Así es normal que voten a Lula. Aquí, juega la selección española un partido de clasificación del Mundial de fútbol y todos seguíamos al pie del cañón mientras nuestro pensamiento acompañaba a Casillas, Puyol, Torres y compañía en el partido inaugural que disputaba en Leipzig. El único punto positivo es el del desarrollo del ingenio que promueve este tipo de situaciones. Más de un jefe se habrá quedado muy preocupado ante las plagas ocasionales que surgen, por ejemplo, ante la cercanía de una Copa Intercontinental. Quien no tiene cita con el dentista coge una gripe de última hora o tiene que llevar a los niños al médico. Esto es algo que ocurre igual en la Universidad. ¿Quién decidió que los Mundiales de fútbol se celebrasen en junio? ¿Y es a propósito que después el de baloncesto sea en septiembre? ¿Quieren acaso que los futuros profesionales repitan curso? Un caso aún peor se produce cuando los campeonatos internacionales se organizan en Asia, como el actual de baloncesto en Japón o el celebrado en 2002 entre el país nipón y Corea del Sur. Ayer mismo, primer día de septiembre, más de un estudiante tendría un examen a las 12 de la mañana. Seguro que para los profesores de las Facultades es un chollo que media hora después jugase España contra Argentina. Nunca habrán tenido los exámenes terminados tan temprano.A pesar de ello, como la responsabilidad se acaba imponiendo en la mayoría de los casos, al menos en el mío -espero que lea esto mi jefe-, son los menos los que recurren a excusas para escaquearse del trabajo y ver el fútbol, baloncesto o el deporte que se precie, cómodamente en el sillón de su casa. El resto acuden a sus oficinas con la esperanza de que un televisor sintonice el partido en cuestión o de, como último recurso, seguirlo a través de alguna página web. Desde luego, si a alguien le viene bien esta situación, tiene que ser a los dueños de esos medios electrónicos.Más deporte en el blog Pelotazos de www.eleconomista.es