El ambiente preelectoral marca la temperatura al norte del Canal de la Mancha. Ante la perspectiva de las Generales más impredecibles que se recuerdan en décadas, Reino Unido hace balance de un 2014 que pasará a la historia como el año en el que se tambalearon los cimientos estructurales de un modelo acostumbrado al bipartidismo político y al centralismo territorial. El hecho de que el país sea, en términos administrativos, el mismo de hace doce meses es motivo de celebración para el aparato de Westminster, la clase empresarial, la industria financiera y de pensiones e, incluso, la Reina Isabel II. El referéndum de Escocia se decantó finalmente por mantener el statu quo, pero la incógnita se mantuvo hasta el final y el ajustado resultado ha obligado a Londres a prometer una revisión integral de la organización del Estado. Pero si el plebiscito no fuese suficiente para cambiar para siempre la cara de Reino Unido, este año ha visto cómo el ruido que los eurófobos del UKIP venían haciendo se traducía en resultados reales: en mayo ganaron las europeas, una extraordinaria evolución en un país acostumbrado a la alternancia entre conservadores y laboristas, y en octubre consiguieron su primer asiento en la Cámara de los Comunes. La progresiva deserción de diputados tories les ha allanado el camino a Westminster y su creciente popularidad en Inglaterra podría convertirlos en una formación clave en las generales de mayo. Sin mayorías absolutas No en vano, la cita electoral acapara toda la atención en las islas británicas, que se encaminan, con toda seguridad, a un segundo escenario sin mayorías absolutas, tras el que dejaron los comicios de 2010 por primera vez desde 1974. Junto al UKIP, el tirón en aumento de los nacionalistas escoceses, catalizado por la derrota de la consulta independentista, e incluso de Los Verdes, apunta a un escenario multipartidista que dificulta seriamente la apuesta sobre quién será el próximo inquilino del 10 de Downing Street. La inmigración podría desempeñar un importante papel, después de que finalmente David Cameron aclarase su apuesta por limitar la entrada de ciudadanos comunitarios. El voto protesta tendrá también su peso, pero lo que sin duda marcará el tono de la batalla electoral será la economía. El Gobierno ha logrado reducir el déficit cada año, pero a ritmo notablemente inferior a lo esperado y, de hecho, estos últimos doce meses antes de la cita con las urnas lo ha hecho en menor medida de lo previsto en el Presupuesto presentado en marzo.