Los adolescentes no son bichos raros, hay que educarlos, pero siempre dejándoles esa autonomía que necesitan para crecer y convertirse en adultos autosuficientes. Para ello, el pedagogo José Antonio Marina se ha propuesto impulsar este nuevo paragidma educacional a través de su libro El talento de los adolescentes. ¿Quién es realmente José Antonio Marina, cómo se definiría usted a sí mismo? A mí me gusta definirme como un detective que trabaja por cuenta ajena. Mis clientes son los lectores y cuando publico algo digo: "Esto a mí me interesa, si a ustedes les interesa sigo tirando por aquí". Me hubiera encantado escribir novelas por entregas, por tanto, lo más parecido que hago es una novela filosófica por entregas. Yo no escribo los libros para decir lo que sé, sino que escribo los libros para escribir de lo que no sé. Voy un poco siempre con la lengua fuera, pero la verdad es que estoy encantado con mi oficio. Ahora le ha llegado el turno a los adolescentes, ¿cómo los definiría y cómo cree usted que eligen su personalidad? La adolescencia es una etapa inventada, no es una etapa biológica. Inventada para dar más espacio educativo a los niños. La adolescencia es el periodo en el que el talento se forma y es ahí donde tenemos que aprovecharlo. A mí lo que me interesa es recuperar el concepto de talento porque se escucha más en el campo económico que en el campo psicológico y no es un concepto científico. Como una de las cosas que mueven a los adolescentes es que están buscando su identidad y que están obsesionados por hacerse cargo de los mandos de su vida, no debes decir que es su obligación, sino que tienen que hacerlo. ¿Cree que la pubertad es una segunda oportunidad para cubrir las lagunas que han quedado en la infancia? Sí, sin duda. Y esta es alguna de las sorpresas que nos ha dado a todos la neurología. Psicólogos y docentes lo hemos estudiado conjuntamente. Hay una segunda etapa de oro del aprendizaje, como si de repente hubiera otra gran ventana en la que el cerebro se vuelve más plástico todavía y se vuelve a poner como una esponja. ¿Qué aspectos faltan para que los padres vuelvan a tener una autoridad más efectiva? Por una parte, yo creo que es comprenderlos mejor. Por otra, tenerles menos miedo. Comprender que los adolescentes necesitan también la exigencia. Protestarán, como hemos protestado todos, pero la necesitan. Después, resituar un poco que los padres no son amigos de sus hijos, al igual que los docentes no somos amigos de nuestros alumnos. Somos otra cosa más importante y es que pueden contar con nosotros. Tienen que tener en cuenta que nosotros no somos ni el juez ni el vigilante. Al contrario, jugamos en su campo. ¿Cuál cree que es el nuevo paradigma que se debe tomar como referente para conseguir una buena educación? El paradigma antiguo había creado el mito de que el adolescente está en crisis, y algunos lo están, pero es cierto que la gran mayoría no lo está. Normalmente, se encuentran muy adaptados a la vida familiar. En segundo lugar, no son organismos que están zarandeados por las hormonas. Claro que las tienen, pero no les perturban tanto como para ser irresponsables. Lo que pasa es que en el paradigma antiguo lo hemos infantilizado diciéndoles que no son capaces ni responsables y nos han dado la razón. Ahora se debe reconocer que tienen muchas capacidades. Pueden ser responsables, creativos, tener unas relaciones amorosas profundas. Además, están en el periodo de desarrollar talentos muy importantes.