Las eléctricas europeas se preparan para dar un giro estratégico. El anuncio del gigante alemán E.ON de dividirse en dos corporaciones, una para renovables y otra para generación convencional, es la primera muestra evidente de que algo está cambiando en la política energética europea. La apuesta de la compañía alemana de crecer en energías verdes no ha sido una decisión libre, sino una solución oportunista para sus problemas. Los constantes golpes regulatorios sufridos a lo largo y ancho del continente, y especialmente en Alemania, les han llevado a una situación insostenible y a un nivel de deuda insoportable, con más de 30.000 millones. El Gobierno alemán decidió el cierre de las centrales nucleares alemanas y a ese golpe se sumó la posterior necesidad de compra de carbón y, con ello, de derechos de emisión de CO2. Con la generación tradicional prácticamente muerta, la compañía ha tenido que repensar su futuro y sanear sus cuentas con la venta de algunos de los activos más rentables, como su negocio en España. E.ON se ha decidido a apostar por la energía eólica y por el crecimiento del cliente como autoproductor de energía así como por el auge del transporte eléctrico. El consumidor se convierte en el centro mediante una mayor cercanía con generación distribuida a pequeña escala. Una línea similar es la que se plantea aplicar también la eléctrica italiana Enel -que, por ejemplo, ya vende en Italia paneles solares para instalar en las casas- o la española Iberdrola, que comienzan a ver posibilidades de negocio en la generación a pequeña escala y la gestión de demanda del cliente en algunos países en los que opera, como por ejemplo, Estados Unidos. Este giro radical para el que la eléctrica española está además configurando un nuevo organigrama supone un cambio que, en el fondo, las grandes empresas europeas venían anunciando con la creación del llamado grupo Magritte. Las grandes compañías europeas llegaron a un consenso para pedir que se redujeran las primas a las energías renovables, pero la intención no era otra que aprovechar el parón de estas empresas para recuperar el espacio perdido durante los últimos años. El Grupo propone ajustar los mecanismos públicos de apoyo a nuevas fuentes de energía renovable para que éstas puedan competir e integrarse progresivamente en el sistema. Apoyar el liderazgo europeo en tecnologías verdes, incluyendo una ambiciosa política de investigación y desarrollo. Tener como objetivo un mix energético diversificado, eficiente y bajo en emisiones de carbono. Multiplicar las rutas para la importación de fuentes de energía eficientes y bajas en carbono y fomentar la producción local o conseguir un mercado interno más fluido, transparente e interconectado. Todos estos objetivos, muy loables en conjunto, esconden una situación de precariedad de algunas de las inversiones realizadas. Los ciclos combinados en Europa están prácticamente desahuciados. Alrededor de 50 grupos no logran los ingresos necesarios y los que lo consiguen apenas funcionan como respaldo de las energías renovables. Este cambio ha dejado con el paso cambiado a muchas compañías que tendrán que esperar una recuperación de la demanda para poder devolver a algunos de ellos a la rentabilidad. Además, las eléctricas saben que el precio de las materias primas es volátil y lo va a ser más que nunca si se mantienen las actuales tensiones geopolíticas. Por ese motivo, un avance hacia una economía baja en emisiones supone también un importante cambio en el gran juego de poder mundial. La OPEP pierde a sus clientes habituales para sustituirlos por los mercados emergentes, a los que no podrán presionartanto en precios. La Agencia Internacional de la Energía cree además que la energía nuclear volverá a jugar un papel importante en Europa, pero el rechazo social y la rebaja de precios de las renovables hacen cada día más difícil el renacer de esta tecnología.