E l diagnóstico sobre la situación es el mismo desde hace muchísimos años: en España estamos por detrás de los países de nuestro entorno y hace falta incrementar los recursos, porque sin Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i), es imposible que una economía moderna, basada en el conocimiento, pueda competir con éxito en unos mercados cada vez más competitivos. La crisis económica ha agudizado el problema, que se redujo en los últimos años, pero que tiene raíces centenarias: corría 1906 cuando un avinagrado Miguel de Unamuno expelió una famosa frase que resume a la perfección el desdén hispano por la educación, la ciencia y los científicos: "Que inventen ellos". Sin embargo, la racanería en la I+D+i ha llegado a tal nivel que ese tradicional desprecio ya no puede sostenerse. Ahí están los informes del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes -conocido como Informe Pisa por sus siglas en inglés-, sacándonos los colores por la pobreza del sistema educativo año tras año, o los fríos datos del gasto internacional en I+D: el país líder, Israel, le destina el 4,1 por ciento del PIB; la media de la OCDE está en el 2,4 por ciento; la media de la UE es el 1,9 por ciento, y el dato español es el 1,3 por ciento. Tocamos techo en 2008, con el 1,35 por ciento. Cambia la percepción social Afortunadamente, hoy en día nadie puede repetir la provocativa frase de Unamuno sin despertar el enojo de los oyentes. Es más, ahora todo el mundo es innovador y la innovación es maravillosa. El cambio, bienvenido, ha fermentado con la acumulación de evidencias sobre la mala situación y ha catalizado con la crisis, que ha obligado a huir al extranjero a nuestros investigadores: la fuga de cerebros se ha llevado lo mejor de cada casa. Por eso, el Gobierno, cuando el pasado viernes presentaba los Presupuestos Generales del Estado de 2015, elaborados en clave electoral -habrá comicios municipales, autonómicos y nacionales el año que viene-, destacaba que la segunda partida con más crecimiento, tras el fomento del empleo, es la destinada a la I+D+i. Nunca es tarde para rectificar, pero no será nada fácil revertir la tendencia: el gasto ha caído a niveles de hace 15 años, y la distancia por recorrer hasta equipararnos con los demás países de nuestro entorno se está ensanchando, porque ellos no han dejado de incrementar su apuesta por la I+D+i. Si antes teníamos que hacer un esfuerzo grande, ahora tenemos que hacer un esfuerzo enorme. Por añadidura, las dificultades económicas no han terminado. Aunque el cuadro macroeconómico haya mejorado sustancialmente, las estrecheces impiden que la inquietud social se traduzca en un impulso potente, tanto por parte de unas autoridades que luchan por alcanzar los objetivos de déficit público marcados por Bruselas, como por parte de unas entidades privadas asfixiadas que, salvo honrosas excepciones, nunca han incorporado el interés por la innovación a la cultura empresarial. Prueba de la primera de esas dos afirmaciones es que el Gobierno, después de haber aplicado recortes draconianos a la I+D+i en los Presupuestos -han llegado a ser del 26,4 por ciento en 2012, con caídas mayores en el gasto real, lo que acentuó la fuga de cerebros-, ha empezado a subirla: un 3,6 por ciento este año y un 4,6 por ciento el que viene. Y prueba de la segunda afirmación es que las empresas españolas dedican a la I+D un 0,7 por ciento del PIB, mientras que la media de los países miembros de la OCDE se sitúa en el 1,5 por ciento. No es raro, por lo tanto, que sólo tengamos tres empresas entre las 100 que más invierten en I+D de toda la UE: Telefónica, el Banco Santander y Amadeus. Es natural, por lo tanto, que el sentir y las expectativas de la comunidad científica -compuesta por más de 340.000 trabajadores, alrededor de un 9 por ciento menos que en 2010- sea malo. Sin embargo, como desvela el último informe de la Fundación Cotec sobre Tecnología e Innovación en España, esa desazón es menos aguda que el año pasado, e incluso menos que la del anterior. Todos los años, Cotec consulta a un panel representativo de 150 expertos del sector público y del privado, tanto de ámbito nacional como regional -empresarios, funcionarios, investigadores y profesores de universidad-, acerca de los problemas y la tendencia de la I+D+i en España. Con las respuestas, se elabora el Índice Cotec, en el que un resultado igual a uno se traduce en que todo sigue igual, mientras que si es mayor implica que la situación mejora y si es menor que empeora. Desde 2007, año en que aún se consideraba que la situación progresaba en relación al ejercicio precedente -índice de 1,078-, la percepción no había dejado de ensombrecerse: el año pasado el indicador alcanzó el nivel más bajo desde que empezó a elaborarse, en el año 1996, el 0,841. Sin embargo, en la última consulta, que se realizó con el cambio de año, sus impresiones no han sido tan negativas, resultando un índice del 0,874. Así pues, el Índice Cotec ha invertido la tendencia y comienza a ascender, quedándose en un nivel de desaliento menor que en 2013 y menor también que en 2012, cuando marcó el 0,848. En opinión de los sabios, la situación no mejora, pero se deteriora menos. Es posible que si la consulta se hiciese en la actualidad, los resultados fueran todavía mejores, porque los datos macroeconómicos del país siguen una buena tendencia y porque el Gobierno ha anunciado recientemente una serie de medidas de impulso a la I+D+i que deberían dar frutos, aunque estén desabridos. Plan de 4.900 millones El pasado mes de junio, el Gobierno presentó el Plan de Medidas para el Crecimiento, la Competitividad y la Eficiencia (Plan Crece), que aspira a canalizar algo más de 4.900 millones de euros en impulsar la innovación nacional durante los próximos ejercicios. Comparativamente, el gasto estatal en I+D+i asignado a los Presupuestos de 2014 ascendió a 6.140 millones de euros. El título dedicado a la I+D+i contiene seis puntos con medidas ya previstas desde hace tiempo, pero que no se habían podido ejecutar por falta de fondos y la necesidad de atajar el déficit público. La novedad está en que se van a aprovechar los fondos europeos que comenzarán a manar con cargo a los programas del período comprendido entre 2014 y 2020. No nos llevará a la posición internacional que deberíamos tener, pero son como una fresca brisa en un ambiente plúmbeo. El primero de esos puntos es una línea de crédito del ICO, la de Innovación Fondo Tecnológico 2013-2015, dotada con 323,6 millones, de los que 248,6 provienen de los fondos estructurales europeos. Servirá para financiar proyectos empresariales dentro del territorio nacional, con plazos de amortización de siete años como máximo. El segundo consiste en la apertura de fondos sectoriales de capital riesgo, destinados a la colaboración público-privada y especializados en operaciones de capital expansión y private equity, que recogerán la experiencia acumulada del Fond-ICO Global. El Plan no ofrece ninguna estimación del dinero que pueden llegar a movilizar. El tercero es el denominado Programa Cien, aplicado a proyectos de investigación industrial en sectores estratégicos. Cofinanciado por el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), uno de los grandes damnificados por la crisis -su financiación se hundió un 75 por ciento en 2012-, contará con una dotación inicial de 125 millones. Según las previsiones, atraerá capital privado hasta sumar 170 millones. El cuarto, denominado Fondo Colateral, se orientará a las pymes con dificultades para aportar garantías que respalden sus proyectos innovadores. También dirigido por el CDTI, empleará los europeos fondos Feder en canalizar 1.140 millones hasta 2020. El quinto, la Línea de Innovación Global, igualmente pensado para las pymes, es la única novedad. Se enfocará en facilitar la adquisición de activos tecnológicos avanzados para el incremento de la competitividad. Partirá con una dotación de 200 millones, que deberían ampliarse hasta los 270. Y en sexto y último lugar, el impulso al Plan Estatal de I+D+i, capitaneado por la Dirección General de Investigación. Hasta 2018, debería permitir una inversión de 3.000 millones para infraestructuras y proyectos públicos y privados. Fortalecimiento de la industria Más recientemente, durante la primera quincena de julio, el Ministerio de Industria, Energía y Turismo (Minetur), presentó una Agenda para el Fortalecimiento del Sector Industrial en España, mucho más etérea que el Plan Crece, porque no tiene asociada ninguna dotación económica. Entre sus numerosas propuestas, hay unas cuantas para fortalecer la I+D+i del castigado sector industrial. Así, el quinto punto de la Agenda recuerda que España tiene el objetivo de que la iniciativa privada represente el 60 por ciento de toda la inversión en I+D+i del país -está en el entorno del 53 por ciento- y alerta de la falta de orientación al negocio que existe en la actualidad. Alcanzar ese objetivo del 60 por ciento, según los cálculos del Minetur, elevaría el peso de la I+D+i hasta otro objetivo, el del 2 por ciento del PIB, sobre todo por la mejora obtenida en la gestión del gasto. Entre las medidas potenciadoras de la innovación que quiere desarrollar la Agenda están mejorar la fiscalidad; redefinir los criterios de concesión de ayudas, estableciendo, por ejemplo, niveles mínimos de inversión en bienes de equipo; fomentar la sostenibilidad energética y medioambiental; poner a disposición de las empresas las infraestructuras existentes, como los centros experimentales, los centros de demostración avanzada y las instalaciones científico-tecnológicas avanzadas; estimular la compra pública innovadora, así como otras de carácter más general, como reforzar los programas financieros destinados al fomento de la I+D+i del sector industrial y crear las condiciones que faciliten el acceso de las empresas a la financiación. ¿Reaccionarán las empresas? El Gobierno quiere que las empresas cobren mayor protagonismo en la I+D+i, pero, como ya se ha comentado, éstas nunca han atesorado esa vocación y la crisis ha disminuido sus posibilidades: el gasto total privado cayó un 92 por ciento entre 2008 y 2012. En este mismo período, la media de la OCDE subió un 111 por ciento. Ahora bien, no conviene generalizar. Las empresas que venían desarrollando actividades de I+D+i las tienen asumidas como parte consustancial a los negocios y han procurado mantenerlas a pesar de la adversidad. El gasto corriente, que refleja la actividad diaria, ha resistido mucho mejor que otros indicadores: en 2012 sólo había bajado un 3 por ciento en relación a 2008. En otras crisis anteriores, el comportamiento de la inversión privada en I+D+i no ha seguido esta pauta, sino que ha actuado de acuerdo con la tendencia económica general, lo que, según Cotec, "deja cierto margen al optimismo".