Los hechos son tozudos. Apple ha perdido buena parte del poder de anticipación que históricamente ha disfrutado, como ya demostró con el iPod, el iPhone, el AppStore y el iPad. Los tiempos han cambiado y las últimas ocurrencias geniales se vienen gestando últimamente lejos de California. Samsung apostó por los móviles con grandes pantallas, conocidos como phablets o tabléfonos. Recibió severas críticas por su atrevimiento, pero se mantuvo firme en sus convicciones. El gigante coreano también se ha curtido en el mercado de los relojes inteligentes y ha probado suerte con la tecnología NFC para realizar pagos con el móvil. Otros grandes fabricantes, especialmente Sony Mobile, atesoran experiencia en los mismos negocios. El mercado impone sus gustos y Apple no podía mirar para otra parte. Ha tenido que costar lo suyo en Cupertino. Apple no está acostumbrada a seguir la estela de otros competidores y mucho menos a quebrantar estrategias grabadas por su fundador. Steve Jobs dijo que un móvil debía poder utilizarse con una sola mano, por lo que el tamaño de su pantalla no debería exceder las cuatro pulgadas. Esa doctrina forma parte del pasado, con unos iPhone 6 de 4,7 y 5,5 pulgadas. Los usuarios han mostrado su simpatía por los grandes formatos propuestos por los Note de Samsung, así como los 'smartphones' de generosas pantallas de los principales fabricantes asiáticos. Algo parecido ocurre con el reloj. Apple ha reaccionado con tres dispositivos que ofrecen casi las mismas pretaciones que otros 'smartwatch' de sus rivales, salvo la feliz presencia del reconocimiento de voz y la corona digital.