La oferta obedece más al nivel de paro y de endeudamiento que a la política monetariaDesde hace tiempo, el problema de la sequía de crédito, en España y en el conjunto de la Unión Monetaria, ha dejado de ser una cuestión de mera política monetaria y radica en las reticencias que los bancos muestran ante las peticiones de financiación. En otras palabras, las exigencias de solvencia siguen altas y pocos son los demandantes que las alcanzan. Después de años de barras libres de liquidez, de bajadas de tipos de interés y de un nuevo manguerazo de crédito para las entidades (liberado por el BCE en junio pasado, la primera de cuyas subastas tendrá lugar el día 18 de este mismo mes), el crédito destinado a autónomos y empresas no financieras de nuestro país todavía descendía un 9 por ciento interanual en el primer semestre de este año, según datos del Banco de España. No es esperable, por tanto, que la nueva ofensiva de política monetaria anunciada por Mario Draghi esta semana vaya a contribuir decisivamente al desatrancamiento. Tras la reestructuración Fuentes del sector bancario y expertos coinciden en que, desde hace meses, la pelota se encuentra en el tejado de la banca. En otras palabras, si no hay más préstamos es debido a que la demanda no resulta solvente a los ojos de unas entidades que, en muchos casos salen de una profunda reestructuración, después de la cual, además, se les reclaman cimientos financieros más sólidos. Paralelamente, en España, pese a que la recuperación ya está en marcha y hace un año que terminó oficialmente la recesión, existen dos problemas que todavía hacen desconfiar a los responsables de los bancos. Por un lado, el nivel del desempleo, todavía ampliamente por encima del 20 por ciento de la población activa, despierta en gran medida recelos sobre el músculo financiero de trabajadores y empresarios. Las nuevas condiciones laborales sobre las que se está apoyando la recuperación del mercado de trabajo tampoco son halagüeñas desde este punto de vista, en la medida en que se abre camino el empleo temporal, a tiempo parcial y con unos sueldos que todavía son herederos de la búsqueda de competitividad por la vía de la devaluación interna que ha caracterizado a España. Ahora bien, en segundo lugar, también pesa en las decisiones de la banca el elevado nivel de apalancamiento que muestra el sector privado español. Es cierto que la tendencia se está invirtiendo: antes de la crisis, el pasivo del sector privado no dejaba de aumentar, mientras que el propio del sector público estaba bajo control. Ahora este último se dispara, mientras familias y empresas no aumentan su deuda, pero lo escaso del crecimiento y las dificultades laborales impiden que su despalancamiento no avance a un ritmo más rápido que repecurta en su solvencia.