El supervisor salvaguarda los ahorros de todos los clientes, menos los de accionistas del BES, consejeros y parientes Las autoridades portuguesas han decidido aplicar un correctivo ejemplarizante a los antiguos gestores del Banco Espírito Santo (BES), cuyos manejos han arrastrado a la entidad al mayor rescate de un banco luso y han amenazado con desestabilizar a la misma economía. Primero desalojó de la gestión a la familia Espírito Santo, poco después les retiró el derecho de voto sobre su 20,1 por ciento del banco, y ahora inmobiliza sus ahorros para que contribuyan al pago del gigantesco salvamento de la entidad. El Banco de Portugal garantizó ayer que todos los ahorros en depósitos y cuentas de clientes están a salvo, menos los pertenecientes a los responsables de la dramática situación. Los fondos que pone a resguardo serán transferidos al banco puente Novo Banco y quedan bajo el paraguas del Fondo de Garantía. El resto permanecen dentro de la carcasa del BES, carente de funcionalidad a partir de ahora, para sufragar su proceso de liquidación. El supervisor inmobiliza en concreto los depósitos de accionistas, dueños de una participación hoy superior al 2 por ciento o que la hubiesen tenido en los últimos dos años (la familia Espírito Santo, Crédit Agricole, PT o Bradesco); aquellos pertenecientes a los miembros del consejo de administración, de los auditores de cuentas o personas en situación similiar en otras empresas controladas por el BES. La penalización afecta, además, a accionistas, auditores o gestores vinculados en los últimos cuatro años "cuya acción u omisión" ha provocado o empeorado la situación del banco, e, incluso, a sus cónyuges, parientes y ciertos allegados. Fraude piramidal El Banco de Portugal culpa a la saga familiar de empujar al banco a una insolvencia insostenible por sus errores reiterados y temerarios de gestión. Según el supervisor, violó su prohibición de ampliar la exposición con las empresas del imperio familiar, realizó operaciones que no pasaron los controles internos y montó una estructura similar a un fraude piramidal, donde las empresas del grupo se asistían entre sí financieramente, ocultando así sus dificultades. Al ponerse al descubierto las graves dificultades, las compañías han comenzado a caer como un castillo de naipes porque se sujetaban entre sí. El organismo se escuda en esta complejidad estructural, para explicar que el pasado 10 de julio garantizase la solvencia de la entidad. En aquel momento defendió de forma reiterada que disponía de un colchón de 2.100 millones, más que suficiente para cubrir deterioros ligados al grupo Espírito Santo y que el banco limitaba a 1.240 millones. El Banco de Portugal explicó que el grupo desarrolló un sistema de financiación "fraudulenta", difícil de detectar por encontrarse muchas de sus empresas en distintas jurisdicciones -varias en Luxemburgo-. El organismo ha ordenado un análisis forensic para indagar prácticas irregulares y susceptibles de investigación judicial.