WhatsApp ha sido la gran atracción del Mobile World Congress (MWC) y maldita gracia ha debido hacerles a los operadores de telecomunicaciones, hasta ahora reyes del evento. Las grandes telecos han cedido el trono mediático a la compañía que más daño les ha hecho. Conviene recordar que la mensajería móvil ha provocado pérdidas multibillonarias al negocio mundial de los mensajes cortos (SMS) y ha animado con su ejemplo a otros muchos desarrolladores de aplicaciones a enriquecerse través de unas redes que ni crean, financian ni mantienen. Yo gano a espuertas pero sin invertir un céntimo. Así es el juego. La firma de creada por Jam Koum, y adquirida hace una semana por Facebook, ha aprovechado la capitalidad mundial del móvil para recalcar que no almacena datos de los usuarios y que no se integrará con su matriz. Koum también ha anunciado que su firma ofrecerá servicios de voz, lo que volvió a dejar a las telecos tradicionales con cara de haber mordido un limón. "Lo que faltaba. Estos descorbatados no sólo laminan los SMS, sino que ahora pretenden atacar el filón en declive de la voz", debieron decirse algunos en voz baja. Y de inversiones para mantener el ecosistema ni palabra. Eso ya lo hacen otros, los de siempre, los que encima son los antipáticos de la fiesta porque a final de mes vienen con la factura a casa de los usuarios. Pese a ello, y en un discreto segundo plano, apenas un puñado de telecos de toda la vida ha mantenido el fuego vivo de su negociado en el MWC. Telefónica ha insistido en su apoyo a Firerox OS, la plataforma con la que una parte de la industria pretende reducir el oligopolio de Google (Android) y Apple (iOS) en el negocio de los sistemas operativos para dispositivos móviles. Vodafone ha apostado por las grandes mejoras en la calidad y capacidad de sus redes, Orange ha soltado sus móviles de marca blanca y Deutsche Telekom ha buscado nuevos caminos para elevar los ingresos al calor del incremento del tráfico de sus redes. Y para de contar. Los operadores de red se han convertido en el sufrido sándalo, el árbol que perfuma el hacha que le corta. Mala cosa.