Hace casi dos meses ya, pero cuando alguien todavía tiene el valor de mencionar en mi presencia la dolorosa derrota de la selección española de fútbol contra Francia en el Mundial no puedo evitar repetir las mismas palabras: "¡Perdimos en el minuto 55, cuando aún íbamos empatados, perdimos por culpa de Luis y perdimos por quitar a Raúl!".Un análisis, a mi juicio, sesudo y atinado, que, sin embargo, sólo consigue el más frontal de los rechazos, cuando no el cachondeo de mis interlocutores. "¿Por Raúl?", dicen, "ese tío está acabado".Es entonces cuando mi espíritu, especialmente sensible a las críticas injustas y especialmente castigado por más de 20 años de actuaciones decepcionantes en grandes eventos de supuestos cracks made in Spain, se rebela.Se rebela porque sus críticos le echan en cara asuntos tan peregrinos como que no gane con la selección los títulos que gana con el Madrid, como si fuera cosa suya y no de la historia o de la menor calidad y competitividad de los diez jugadores que le rodean cuando cambia el blanco por el rojo de nuestra sufriente selección.Se rebela porque olvidan que se trata del jugador que más goles ha marcado con la selección, del único que lo ha hecho en tres mundiales y del único que tuvo la garra y el acierto suficiente para, este mismo año, hacerlo en el momento que más se necesitaba, cuando parecía que era imposible empatar con Túnez.Y se rebela, más que contra sus críticos de barra y Marca-bajo-el-brazo, contra los del propio mundo del fútbol. Contra los medios que pasaron del Raúl Madrid al ninguneo, contra los compañeros que le retiraron su confianza a golpe de buenas palabras y contra su entrenador, ese sabio que quitó de en medio en un partido decisivo al jugador que puede decir que ha arrastrado a un equipo a ganar la Champions.Raúl cumplirá hoy cien partidos con la selección y lo hará siendo consciente de que nunca le han dado esos galones que se ha ganado con su trabajo en el campo. Nadie ha marcado más goles que él, nadie ha estado tan implicado en la selección como él y ningún caso como el suyo representa la enorme falta de confianza que en España genera el talento propio.A Ronaldo el presidente de Brasil le llamó gordo, pero fue titular todos los partidos. Totti salía de una lesión que le tuvo cinco meses parado, pero jugó todos los partidos en la campeona del mundo. A Zidane le sacó del campo su mal carácter, no su edad. Raúl, sin embargo, vio una vez más desde el banquillo cómo eliminaban a España de una gran competición.Más deporte en el blog Pelotazos de www.eleconomista.es