Cataluña descartó una tasa a los refrescos y el grupo optó por una producción periféricaEl marido de la presidenta de la embotelladora es un empresario estrechamente ligado a CiUCoca-Cola Iberian Partners, el nuevo embotellador del gigante de los refrescos en España, optó por cerrar la fábrica madrileña de Fuenlabrada y reforzar en cambio la de Barcelona, que tendrá al menos otras dos líneas de producción, después de que la Generalitat de Cataluña descartara en septiembre del año pasado la aplicación de un nuevo impuesto sobre las bebidas azucaradas. El Gobierno de Artur Mas llevaba meses estudiando la aprobación de esta tasa, con la que pretendía recaudar 30 millones , pero se encontró con una oposición férrea por parte del sector, que calificó el impuesto de "confiscatorio". La multinacional norteamericana concentró todos sus esfuerzos en la retirada de este tributo e incluso en algunos medios se llevó a publicar que hasta la diplomacia de Estados Unidos presionó en el mismo sentido, algo que desmintió, sin embargo, el portavoz del Gobierno autonómico, Francesc Homs. A su favor pudo jugar, en cualquier caso, que el marido de Sol Daurella, la presidenta del embotellador, es el empresario Carles Vilarrubí, vicepresidente del FC Barcelona, amigo del expresidente Jordi Pujol e íntimamente ligado a Convergencia i Unió. Vilarrubí, que tiene una amplía trayectoria en los sectores de la comunicación, las finanzas y la tecnología, empezó a trabajar para Pujol en la campaña de las elecciones autonómicas que le llevaron a la presidencia en 1980, llegando a ocupar posteriormente la dirección de la Corporación Catalana de Radio y Televisión, en la que se integra TV3. Dos planes distintos Coca-Cola Iberian Partners optó por cerrar la fábrica de Fuenlabrada después de que el Gobierno catalán retirara el impuesto y tras haber analizado además otro plan de reestructuración. Frente al mapa de producción periférico o circular por el que se ha optado -implica el cierre de las fábricas de Alicante, Palma de Mallorca, Madrid y Oviedo-, la compañía estudió otro centralizado, en el que la planta madrileña de Fuenlabrada hubiera tenido mucho más peso. En el informe técnico presentado a los sindicatos para justificar la reestructuración, Coca-Cola asegura que ha optado por el mapa circular porque "permitiría absorber toda la producción generando economías de escala, reduciría costes fijos y permitiría abastecer la demanda en tiempo y forma". Según la compañía, el cierre de cuatro fábricas "no afectaría a la capacidad de abastecimiento de productos finales a los clientes de estas cuatro zonas ni perjudicaría la rapidez del servicio al cliente, ya que la configuración circular de la nueva red de fabricación permite la conexión por transporte terrestre y aéreo a cualquier punto del territorio español, pudiéndose servir pedidos de urgencia en el mismo día". La idea inicial es aumentar la capacidad, en cualquier caso, no sólo de la planta de Barcelona, sino también de las de Valencia y Bilbao. La factoría catalana podría absorber el volumen de producción de la de Palma de Mallorca, la de Bilbao podría quedarse con la de Oviedo y habría que estudiar después que hacer con la de Madrid, una de las más grandes del grupo en la actualidad y cuya producción se distribuiría entre las de Valencia, Bilbao o incluso Sevilla. Las otras plantas del grupo -las de La Coruña, Málaga y Tenerife- se mantendrían como hasta ahora. La fábrica de Madrid Una de las razones por la que los sindicatos rechazan el cierre de la fábrica de Madrid radica es que pese a ser junto a la de Barcelona la que tiene más líneas de producción activas -once cada una de ellas- tiene uno de los porcentajes más altos de utlización, el 78 por ciento. A pesar de todo, hay que tener en cuenta también que pese a haber optado por este modelo circular, Coca-Cola ha optado por la capital de España como la sede central de todo el negocio, centralizando así sus servicios financiero, comercial, de marketing, comunicación, legal y recursos humanos. En Madrid está también la sede de la filial en España del grupo, que ha tenido que ceder al embotellador gran parte de sus funciones. De hecho, todo el departamento de grandes clientes, que dependía hasta ahora de Coca-Cola España, se ha integrado en la nueva compañía: Coca-Cola Iberian Partners.