El hundimiento del banco francés fue provocado por una mezcla de connivencias y omisionesEl domingo 5 de mayo de 1996 fue una fecha infausta para el Credit Lyonnais. Ese día su sede parisina en el Boulevard des Italiens quedó completamente destruida por un incendio de naturaleza dolosa. El fuego puso punto final al escándalo bancario más importante del siglo pasado, que comenzó a principios de los 90, como consecuencia de una mala gestión de controles inexistentes, de injerencias políticas y de presiones en Francia.El incendio duró más de diez horas y afectó a las oficinas del banco, al archivo y también a los secretos de la entidad. Y es que el banco del león estaba repleto de incógnitas, sobre todo al ser, en los 90, la reina de las finanzas alegres. En esta época se destinaron cientos de miles de millones de francos en inversiones arriesgadas, que provocaron un crack entre los 15.000 y los 20.000 millones de euros.Una vorágine que recayó sobre las espaldas de los contribuyentes franceses y que ha convertido al Lyonnais en el mayor escándalo bancario internacional de la época moderna. Un caso que ha tenido variaciones dramáticas y que, a una distancia de más de diez años, todavía no se ha cerrado legalmente, a pesar de que fue privatizado en 1999 y está bajo el control del Credit Agricole desde 2003.OrígenesEra un banco donde habían saltado por los aires todos los controles (internos, pero también institucionales) y donde el riesgo estaba a la orden del día. Por lo demás, el sueño del presidente del Lyonnais, Yves Haberer, era crear un gran banco europeo e internacional, siguiendo el modelo de los alemanes. Quizás por eso, el lema del Lyonnais era "El poder de decir sí". Es decir, el banco estaba afectado por una especie de delirio de grandeza que lo había impulsado a entrar en una vorágine de relaciones peligrosas. Lo más llamativo es que todo sucedía a plena luz del día y con el aval del Tesoro, en cuya dirección estaba Jean-Claude Trichet (quien más tarde se convirtió en gobernador del Banco de Francia y en presidente del Banco Central Europeo -BCE-). Haberer tomó las riendas del Lyonnais a finales de los años 80 con la misión de ayudar a los empresarios franceses a desarrollarse y a crecer. Fue él quien ordenó a los suyos que invirtieran. De esta política expansionista se beneficiaron famosos empresarios como François Pinault (hoy a la cabeza de Gucci), Bernard Arnault (Lvmh), Vicent Bolloré (uno de los principales socios de Mediabanca). Pero también figuras bastante más controvertidas, como son Giancarlo Parretti, Florio Fiorini, Robert Maxwell o Bernard Tapie.Comienza el escándaloEl castillo de naipes vacila y, en 1994, la quiebra llama a la puerta. El banco se encuentra sumido en un déficit oficial de más de 1,8 mil millones de francos, pero el déficit real es más del doble. No tenían reservas suficientes para hacer frente a todo esto y también a los riesgos acumulados. Se hablaba entonces de un mínimo de 3.000 millones de francos para el año 1991 y de 3.750 millones para los años sucesivos. La situación es tan desesperada que al Estado no le queda otra salida que inyectar al banco entre 6.000 y 8.000 millones de francos para poder taponar la situación.¿Cómo fue posible destruir en tan poco tiempo un banco sólido y de gran tradición? Sólo se sabe que el Lyonnais actuó a través de filiales especializadas, entre ellas una holandesa, que figuraba como una de las principales. Y es precisamente a través de ella como la entidad se vio invadida de personajes como Giancarlo Parretti, el rey de Hollywood y de los estudios MGM (Metro Goldwyn Mayer), o como de Florio Fiorini y su holding suizo Sasea. Pues bien, el financiero Parretti y su socio de negocios, Fiorini, dejaron en herencia al Lyonnais un agujero de más de 10.000 millones de francos.Si la financiación a las empresas y la expansión inmobiliaria fue el primer y rápido filón de desarrollo del banco, el segundo se centró en otra veta altamente especulativa: los junk bonds. Se trata del caso que hoy se conoce como Executive Life y que tuvo como escenario California, y como actores protagonistas a Lyonnais y al empresario François Pinault.Una vez más, el banco parisino, a través de la aseguradora Maaf, adquirió, en el mes de noviembre de 1991, la cartera de Executive Life, una empresa en quiebra. Pinault tomó su control en 1995 (después de haber adquirido, en 1993, una parte de la cartera de obligaciones en manos del Lyonnais), y rebautizó a la compañía con el nombre de Aurora.Una operación que no sólo infringió las férreas reglas de California sobre el control de las empresas bancario-aseguradoras, sino que costó a los contribuyentes franceses cientos de millones de dólares de multa. Y eso que la causa judicial sigue abierta por lo que respecta a la posición de François Pinault, condenado a entregar cerca de 190 millones de dólares de indemnización a los accionistas de Executive Life y que recientemente pidió un descuento de 137,5 millones. De ahí que el capítulo definitivo del Credit Lyonnais no esté cerrado del todo. Sin embargo, en estos momentos, el banco está saneado por obra y gracia de su -por poco tiempo- presidente, Jean Peyrelevade, que privatizó una parte del capital cedido por mandato de la Comisión Europea, para así poder hacer frente a las ayudas estatales recibidas durante la crisis.El juicioMás allá de todas estas peripecias, algunas todavía sin resolver, habría que preguntarse cómo personajes de la relevancia del actual presidente del BCE, Jean-Claude Trichet (en la época de los hechos, director del Tesoro) o el ex gobernador del Banco de Francia, Jacques de Larosiere, no intervinieron para cerrar el Lyonnais.Durante el proceso, que se desarrolló en 2003 y que dejó sin cargos a los jefes de las principales instituciones del estado, se condenó a los managers operativos -incluido el presidente- y se comprobó que controlar el banco parisino era algo imposible.Las cuentas oficiales que se presentaban estaban hábilmente preparadas, tras ser aprobadas por empresas auditoras y por sindicatos. Todo eso fue posible gracias al ex presidente Jean-Yves Haberer y a un grupo de fieles que se encargaron de gestionar todas las operaciones, sin tener en cuenta los riesgos y sin cubrirse en ningún momento las espaldas.Por eso, los que pagaron la elevadísima cuenta de lo que se llegó a definir como el Titanic bancario no fueron los managers ni los políticos ni tampoco los administradores del Estado. El ejemplo más claro de ellos es el de Jean-Claude Trichet, que tras ser declarado inocente, aunque indirectamente responsable en calidad de director del Tesoro, se sienta hoy en Francfurt a la cabeza del BCE.Los que se vieron obligados a pagar fueron los ahorradores, los contribuyentes y el propio banco, que se quedó sin nada en comparación a sus años dorados, además de arrastrar su imagen por los suelos. Por su parte, el Credit Agricole hizo un excelente trabajo en este sentido y el banco del Boulevard des Italiens ya no es el de antaño. Se llama sencillamente Le Credit Lyonnais (Lcl). Aunque en su corazón todavía ruge el león irritado de otras épocas.