R ecientemente he leído en algunos medios de comunicación dos noticias muy relevantes para mantener y potenciar el servicio de gestión de la demanda de interrumpibilidad. Una hace referencia a la preocupación manifestada por las grandes empresas eléctricas europeas ante el posible riesgo de apagones. Y la segunda versaba sobre la necesidad de reindustrializar España y tener más y mejores fábricas. Y esas manifestaciones y opiniones nunca fueron más acertadas para poner en valor ahora el servicio de gestión de la demanda de interrumpibilidad. Mientras en Europa ya hay países que están estudiando desarrollar este servicio para dar seguridad a sus sistemas, la industria electro-intensiva española viene prestándolo desde los 80. La característica de España como isla eléctrica, por su débil interconexión con Francia, ayudó a la creación y desarrollo de este seguro. La llegada de las energías renovables, no gestionables, como la energía eólica o fotovoltaica que no se tienen cuando se quieren sino cuando la naturaleza lo decide, hace aún más necesario disponer de un respaldo que permita a los operadores de los sistemas restaurar los posibles desequilibrios producción-consumo de forma inmediata para evitar dejar a oscuras a la población. Las condiciones para prestar el servicio son muy exigentes. Además de una potencia de consumo determinada, las industrias son la primera línea de defensa. Para ello, sus instalaciones tienen que estar preparadas técnica y humanamente para desconectarse de la red y parar sus plantas de forma casi inmediata, siguiendo siempre las órdenes de REE. Es una condición indispensable que consuman como mínimo el 55 por ciento de su energía anual en periodo valle, aspecto clave para facilitar la integración de las energías renovables y mitigar los vertidos de estas energías fluyentes no gestionables y de las que no sabemos con exactitud su rendimiento. Muchas de las industrias interrumpibles que operan en España están agrupadas en la Asociación de Empresas con Gran Consumo de Energía (AEGE) y pertenecen a sectores tan relevantes para la economía como la siderurgia, los metales no férreos, la química básica o el cemento, entre otros. En total representan un consumo anual de 30 TWh, equivalente al 12 por ciento de la demanda eléctrica peninsular y un 30 por ciento de la industrial. Sus empresas dan empleo a más de 200.000 trabajadores y poseen un fuerte componente exportador. España requiere disponer de una industria potente y competitiva, que ayude a recuperar su contribución a la creación de riqueza, pasando del 13 por ciento actual al 20 del PIB que se disfrutó en el pasado, objetivo tanto de la UE como de España. Para ello, es básico mantener la industria actual y promover más y mejores industrias que fomenten la creación de empleo. Y es que los países con una industria fuerte son los que mejor están capeando la crisis, y aquí también se obtiene esa conclusión cuando se compara el nivel industrial de nuestras comunidades autónomas. El País Vasco, con una fuerte presencia industrial, tiene una tasa de desempleo de 10 puntos por debajo del resto de España. Para poder mantener ese nivel, un pilar básico de la política industrial debe ser la política energética con un objetivo: lograr un precio de la electricidad competitivo, equivalente al que disfrutan los competidores industriales internacionales. La política energética debe garantizar seguridad de suministro, sostenibilidad medioambiental y financiera y competitividad en costes, evitando desequilibrios entre las acciones que se desarrollen. En Europa, nuestros competidores por el mero hecho de ser grandes consumidores disfrutan de precios de la electricidad competitivos. Sin embargo aquí, por el elevado precio eléctrico final, han tenido que prestar un servicio de gestión de la demanda que les ha obligado a modificar técnicamente sus plantas realizando elevadas inversiones y acuerdos laborales para la organización de los turnos de trabajo en las horas valle. Pero a pesar de todos los esfuerzos, el precio cada vez es más elevado, cuando la demanda de electricidad está en niveles de 2005 y cayendo. ¿Qué está pasando? Actualmente una industria española que quiera contratar electricidad en el mercado para el año 2014, tiene como referencia el mercado de futuros español que refleja un precio 10€MWh más caro que el alemán. Y a eso se suma que la parte regulada también está encareciendo la formación del precio en España. Así, en los últimos 5 años, los peajes de acceso han sufrido un incremento medio del 120 por ciento y los pagos por capacidad un 62 por ciento. Aunque no todos son malas noticias. El Parlamento acaba de aprobar la ley de fiscalidad, que introducirá una exención del 85 por ciento del impuesto eléctrico a varios sectores electro-intensivos. Cuando Mariano Rajoy se puso al frente del Gobierno, AEGE le solicitó sensibilidad industrial. Pues bien, esta iniciativa sí es una clara señal, que desde esta tribuna reconocemos, y esperamos que tenga continuidad. Confiamos que el contenido de la orden ministerial que modifica el mecanismo de retribución y funcionamiento del servicio de interrumpibilidad permita aprobarla con la dosis de sensibilidad industrial que España necesita. Cierro esta contribución remarcando el compromiso de AEGE por potenciar la industria al mismo tiempo que reitero la relevancia del servicio de interrumpibilidad, un seguro probado para evitar los apagones.