Raúl Castro asume el poder tras vivir más de 40 años a la sombra de su hermano Fidel"Todo el mundo sabe que aquí odiamos el nepotismo", dijo hace tiempo el líder cubano, Fidel Castro. "Pero creo que tiene las cualidades suficientes para sustituirme en esta batalla, en el caso de que yo muriese", añadía refiriéndose a su hermano Raúl.El 13 de agosto, el Comandante cumplirá 80 años. Será una excelente ocasión para que todos reflexionemos sobre el rápido discurrir del tiempo. Pero, sobre todo, una oportunidad para los cubanos de preguntarse qué será de sus vidas sin el líder que les ha guiado durante los últimos 47 años.Con motivo de este cumpleaños se ha empezado ha hablar del traspaso de poder por parte de Castro, cuya intensa vida se acerca al fin. "Signos de lo que probablemente es una planificación acelerada de la sucesión se multiplican desde comienzos del mes de junio", constataba el Cuban Transition Proyect de la Universidad de Miami, el principal centro de estudios sobre el régimen castrista en Estados Unidos. Y añadía: "Mientras la habilidad de Castro para garantizar un liderazgo coherente se deteriora, su hermano Raúl parece asumir cada vez mayores responsabilidades".'Gramma'Como ya se hizo en Moscú con Pravda e Izvestia, en tiempos de la Unión Soviética, para descubrir qué está ocurriendo en La Habana es necesario leer cuidadosamente el periódico del partido Gramma.El pasado día 3 de junio, con el título "Cercanía de Raúl", Gramma publicó un artículo dedicado al vicepresidente, ministro de Defensa y hermano de Fidel, Raúl Castro. "Modestia y sencillez", "carácter humano", "difíciles y complejas responsabilidades que asume por ser el segundo en la cadena de mando", "un hombre muy organizado, disciplinado, sistemático y exigente", decía el texto de él.Raúl Castro vivió durante 40 años a la sombra de su hermano. Nunca levantó la sospecha de que ambicionase ocupar su puesto. Incluso con la situación actual, no hay signos de un golpe familiar, sino de una sucesión pactada. Al menos, hasta la recuperación del líder.Hay que subrayar que todas las características de Raúl, ilustradas por Gramma, representan las cualidades más audaces de la mitología castrista. Sin embargo, el artículo recordaba también que, mientras Fidel hacía la revolución en Sierra Maestra, Raúl dirigía la suya propia en Sierra Cristal. Ya desde entonces, la sombra de su hermano se desmarcaba de la luz para dirigir a los cubanos.El problema es que el periódico del partido había escrito el citado panegírico para celebrar el 75 cumpleaños de Raúl, una edad que no es la más adecuada para garantizar una presidencia longeva y estable. El problema de la sucesión en Cuba sigue en pie, pues es evidente que, en este caso, Raúl Castro será un líder de transición.El estereotipo que circula sobre Cuba es que el día en el que Fidel ya no esté al frente, el régimen entrará en crisis: los americanos desestabilizarán la isla, los exiliados de Miami desembarcarán y la revolución terminará.La auténtica transición cubana se inició a mediados de los años 90, cuando Raúl envió a los altos oficiales de las fuerzas armadas a estudiar al extranjero economía moderna. Imitando el modelo chino, los militares cubanos poco a poco se hicieron con el control económico de la isla. Dirigen la producción de la caña de azúcar, de los puros, la biomedicina, el turismo y las líneas aéreas. El modelo chinoEl máximo órgano ejecutivo cubano, el Politburó, era el único centro de toma de decisiones del país o, mejor dicho, el que mejor se adaptaba a la dirección personalista de Fidel. Pero, a comienzos del mes de julio, el partido reeligió al Secretariado, dando del poder cubano una imagen colectiva.El problema es que Fidel Castro rechazó hace dos años un programa de reformas ofrecido por los chinos. Quizá fuera ésta la última posibilidad de salvación de lo que queda de la revolución cubana.Pero ahora, sin él al frente, podría intentarse seriamente el modelo chino. La revolución le sobreviviría durante algún tiempo. Que, después, el socialismo en Cuba sea reformable, como en Moscú, y pueda convertirse en un "socialismo de mercado", como en Pekín, es algo que no saben ni Raúl ni el Politburó ni los generales.