Gallardón apoyó a Blesa en la guerra frente a Aguirre para mantenerse en la entidad tras doce años en el sillónEl hoy ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, fue el gran aliado que encontró Miguel Blesa para poder alargar lo máximo posible su mandato en Caja Madrid. El exbanquero se apoyó en el entonces alcalde de la capital para intentar mantenerse en el poder en la guerra que libró con la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, entre septiembre de 2008 y enero de 2010. La lucha encarnizada convirtió a la entidad en el centro de todas las miradas y debilitó su balance en plena crisis económica. La batalla comenzó al tiempo que Lehman Brothers quebraba y desataba una tormenta financiera sin parangón en la historia. Las posiciones enfrentadas llevaron a un proceso, desde ataques dialécticos y reuniones interminables e incómodas hasta casos de espionaje. La tensión acabó con la salida de Blesa, la llegada de Rodrigo Rato, la pérdida de poder de Gallardón (Ayuntamineto) y una frase que resume todo. Aguirre se jactó, tras dejarse un micrófono abierto: "Al final hemos quitado un puesto en Caja Madrid al hijoputa", en referencia al entonces alcalde de la capital. En todo el periodo de pelea, hasta el último instante, los consejeros afines a Gallardón (Alberto Recarte, Jesús Pedroche y la ahora fallecida Mercedes de la Merced) hicieron un frente común para apoyar todas y cada una de las decisiones de Blesa que, a su vez, contaba con el siempre fiel respaldo de los representantes de IU, Comisiones Obreras y los teóricamente independientes. Este grupo consiguió mantener a Blesa en la presidencia de la caja durante más de un año, a pesar de los cambios legales realizados por la Comunidad de Madrid para desalojarlo del sillón y la tardía intervención, incluso, del Gobierno de Zapatero con la judicialización del proceso poniendo palos a los intereses de Aguirre. El colectivo dilató al máximo todo el procelo electoral de los cargos en la caja para impedir el cumplimiento de la legalidad y dar tiempo a que la caja llegara a un acuerdo de integración con otra entidad para que el banquero jerezano pudiera mantenerse en la presidencia durante, al menos seis meses. La guerra en la entidad fue un punto más en la batalla interna que vivía por entonces el PP y en la pela personal entre Gallardón y Aguirre. Ambos trasladaron su particular enfrentamiento a esta institución en un momento de especial relevancia, lo que se tradujo en una falta de gestión que llevó a empeorar los ratios de solvencia y morosidad de la entidad. En más de una ocasión el presidente del partido, Mariano Rajoy, tuvo que interceder para sembrar una paz que siguió soterrada durante los siguientes meses, hasta que se encontró un candidato de consenso. Aguirre tuvo que ceder y retirar el proyecto de Ignacio González como próximo presidente de la caja. El hombre de consenso fue Rato. Entonces Gallardón ya había perdido poder e influencia en la entidad por la nueva ley.