N o es un concepto nuevo, surgió como consecuencia de la alerta ecológica de los años 70. Su fundamento: integrar las actividades económicas en los sistemas naturales, cuya dinámica trasciende las leyes de la macroeconomía y la lógica de los mercados. Y ahora se rescata como paradigma de un nuevo modelo productivo. La Unión Europea ha desempolvado la teoría y está dispuesta a darle un nuevo impulso. En febrero de 2012, la comisaria europea de Investigación, Innovación y Ciencia, Máire Geoghegan-Quinn, presentaba el documento con el resumen de la estrategia para impulsar la bioeconomía en Europa, que apuesta por aplicar la innovación en diferentes áreas, como la agricultura o la energía, para generar crecimiento sostenible. Teniendo en cuenta que la población mundial se acerca a los 9.000 millones de personas y que los recursos naturales son limitados, Europa necesita "fuentes renovables biológicas" para seguir garantizando el acceso a los alimentos o la energía, puntualizaban fuentes comunitarias. La iniciativa ayudará en la transición de una economía basada en los combustibles fósiles a una bioeconomía sostenible. Por ejemplo, se intentarán combinar los objetivos de una agricultura sostenible con los de la seguridad alimentaria; o el uso de las energías renovables para fines industriales y la protección del medioambiente. El objetivo final, obtener "una producción sostenible" de fuentes renovables como la agricultura, los bosques, la pesca o la producción de papel, así como parte de las industrias químicas, biotecnológicas y energéticas. No se parte de cero. Europa ingresa una media de 2 billones de euros al año a partir de los sectores que integran la bioeconomía, que, además, dan empleo a 22 millones de personas -aproximadamente el 9 por ciento de la mano de obra, y ocupa una superficie del 80 por ciento del territorio (en concepto de granjas, bosques y cultivos). En realidad se trata del sector económico más antiguo del mundo. El resto ahora es darle una vuelta de tuerca bajo el prisma de la investigación y la innovación. Con la nueva estrategia, la Unión Europea estima que podría generar más de 400.000 puestos de trabajo y un crecimiento de casi medio punto del Producto Interior Bruto (PIB) europeo. Y además, contribuir a lograr los objetivos de la UE para frenar los efectos del cambio climático. Nueva política agraria Una de las áreas de actuación ya está planificada: es la reforma de la Política Agrícola Común (PAC) para 2014-2020, que contempla la protección y el refuerzo de los recursos necesarios para mantener e incrementar la producción de alimentos y también de biocombustibles. La nueva PAC, más orientada al mercado, desvincula las ayudas de la producción y apuesta por el greening o pago verde, lo que en la práctica supone condicionar el apoyo económico a agricultores y ganaderos en función del cumplimiento de determinadas exigencias medioambientales, una normativa de difícil encaje en nuestro país y que supondría la pérdida de subvenciones. Para garantizar la seguridad alimentaria, la nueva normativa invita a desarrollar criterios y estándares globales de sostenibilidad para los distintos sistemas de producción, así como a coordinar las acciones nacionales para reducir el evitable desperdicio de comida en un 50 por ciento de cara a 2020. Respecto a la industria basada en la biomasa, la estrategia propone dotarla de una marco regulador que garantice la disponibilidad de esos productos a precios competitivos, sin distorsionar el precio de los alimentos o sobrepasar la capacidad de los ecosistemas. El objetivo final es que la biomasa sustituya al carbón, al petróleo y al gas, mientras que los catalizadores químicos irán dando paso a las enzimas y microorganismos, de manera que los recursos se hagan completamente sostenibles. En la actualidad, la atención se centra en la producción de etanol y diésel a partir de cultivos agrícolas. La inversión en investigación es clave para el desarrollo de este sector. Y no sólo pública. De la iniciativa empresarial va a depender la creación de nuevos negocios. También la comunidad educativa, para dar respuesta a las nuevas necesidades y oportunidades que se abren para disciplinas como las ciencias biológicas y de agronomía. 'Biorregiones' Las iniciativas no se limitan a la Unión Europea. En la ciudad de Victoria, en Argentina, se proyecta la primera biorregión autosostenible de América Latina, una región que tiene muchas posibilidades de convertirse en el principal laboratorio de la bioeconomía como palanca de crecimiento sostenible en el mundo desarrollado. Brasil y Argentina, además de India y China, se encuentran entre los actores principales de la bioeconomía global. El desarrollo de los sectores ligados a la bioeconomía está impulsando las capacidades locales de I+D+i. Un ejemplo en marcha en gran parte de América Latina es el desarrollo de un modelo basado en las biotecnologías y los cultivos genéticamente modificados (GM) para mejorar la productividad agrícola. La bioeconomía les ofrece, además, el potencial de modificar el perfil de sus exportaciones, incluyendo productos con mayor valor añadido. Un buen ejemplo es la empresa brasileña Suzano, que avanza en el área forestal para conseguir la aprobaciónde una variedad de eucalipto GM que crece más rápido y produce más celulosa.