Bankinter es la única entidad capaz de elevar el volumen de crédito a clientes entre 2008 y 2012El sector apuesta por reducir costes y recuperar las comisiones para enderezar la rentabilidadLa crisis que azota España desde 2008 se ha llevado por delante casi un 20 por ciento del negocio bancario contribuyendo a acelerar una reconversión en la industria que muchos consideran aún inacabada a tenor de la menguada tarta. El montante de crédito, actividad típica bancaria sobre la que se construyen los resultados recurrentes junto a las comisiones, se ha hundido un 19,14 por ciento en cuatro años y el saldo en depósitos de clientes se contrae un 14,96 por ciento. Son datos agregados de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA) y la Asociación Española de Banca (AEB), cuyas estadísticas constatan que el balance crediticio doméstico de todas las entidades es hoy más pequeño hasta para aquellos grupos forjados con un sumatorio de antiguas cajas fusión tras fusión -en el análisis se excluyen firmas extranjeras y bancos pequeños de nicho-. La excepción a la regla es Bankinter, con expansiones del 6,4 por ciento en financiación y 7,5 en depósitos de clientes en el periodo -también ganan depósitos el Popular y el Santander-. Pero, incluso, el negocio crediticio de la entidad cántabra y de BBVA menguan en España aunque su balance aumente a nivel grupo. Otro ejemplo representativo de cómo el pastel encoje hasta para las entidades solventes y con capacidad para prestar, es La Caixa. Tras absorber Caixa Girona, Bankpyme, Banca Cívica y próximamente también Banco Valencia, el volumen prestado se reduce un 11,85 por ciento -incluye el banco levantino en la comparativa-. Ajustes del 40% con la Sareb El ajuste se agrava en entidades receptoras de ayudas o, sobre todo, en las nacionalizadas: la cartera de financiación a clientes de Bankia merma un 41 por ciento, el 47 por ciento en BMN, un 42 por ciento en Catalunya Banc y casi el 46 por ciento en Novagalicia. Gran parte se explica en la transferencia a la Sareb o banco malo de 54.520 millones de euros en financiación bruta con promotores y constructores procedente de las entidades auxiliadas, y en BMN además por la venta al Sabadell de parte de la antigua red de Caixa Penedés, para cumplir en todos los casos con el ajuste de tamaño impuesto por Bruselas a cambio de inyectarles fondos. El resto de la contracción en el crédito es ausencia de actividad ante la reticencia de la banca a prestar si el cliente no ofrece un perfil de solvencia más que probado, para evitarse futuros disgustos con nuevos impagos, y por el proceso de desendeudamiento en que se encuentran inmersas las empresas y las familias, más proclives a intentar ahorrar que a solicitar nuevos préstamos por miedo a ser incapaces de atender la deuda si empeora su situación con la recesión. El resultado es que solo el pasado año la deuda crediticia de clientes se contrajo un 7 por ciento y el desplome se aceleró a un histórico 7,1 por ciento en febrero pasado -es evolución pura de negocio, aislada la distorsión provocada por la evacuación de activos a la Sareb-. Que encoja el negocio es un elemento de preocupación pero no el único. Al sector le inquieta que la rentabilidad está bajo presión porque los ingresos flaquean, mientras que los costes en estructuras y para captar financiación son altos, pesa la losa de las provisiones por culpa de la corrosiva morosidad y las desfavorables perspectivas económicas no invitan a pensar que el escenario cambiará pronto. La banca española, que se caracterizaba por una alta capacidad para generar resultados recurrentes, ha visto contraerse en más de un tercio el margen de explotación, cuyo resultado debe de ser suficiente para cubrir el riesgo de impagos. Sin rentabilidad Si en 2007, en pleno boom inmobilario, el sector destacaba en Europa como uno de los más atractivos, al exhibir un rendimiento superior al 20 por ciento medido sobre recursos propios -ROE-, hoy figura en el pelotón de cola. El ROE pasó a negativo en 2012, con una caída del 21 por ciento frente a la escuálida rentabilidad del 1,3 por ciento del ejercicio precedente. La razón es que la industria sufrió en su conjunto 43.724 millones de pérdidas el pasado año por culpa del colosal esfuerzo en saneamiento impuesto por el Gobierno para recuperar la confianza de los mercados cuando se protegiese de la exposición inmobiliaria y que sumió en ingentes números rojos a las antiguas cajas receptoras de ayudas. En lo que va de crisis, el sector ha destinado 191.566 millones a sanear activos, crediticios en su mayoría, de los que 66.308 millones o el 52 por ciento se dotaron el pasado año. En 2011, en cambio, la industria lograba aún saldar el ejercicio con 2.734 millones en beneficios, aun cuando el esfuerzo en provisiones fue también excepcional por culpa de una morosidad desbordada y que aún tardará en dejar de crecer. Dotar 191.000 millones El Banco de España solicitaba precisamente la pasada semana a la banca ajustar los costes para evitar que su solvencia se deteriore, ya que el margen de actuación es estrecho. El supervisor alerta en el Informe de Estabilidad Financiera que los ingresos seguirán cayendo y deberán acumular mayores colchones de dotaciones para encarar crecientes impagos de clientes, al empeorar las perspectivas sobre el comportamiento de la economía. Se ha protegido la exposición al ladrillo pero amenaza mayores fallidos por los crecientes apuros de las empresas y el hecho de que la destrucción de empleo está lejos de haber visto lo peor. Las previsión del Gobierno es que el paro escale por encima del 27 por ciento este año y se mantenga aún en el 25,8 por ciento a final de 2015. La lección extraída de otras crisis es que la morosidad, actualmente encaramanda en el 10,4 por ciento, no remite hasta seis u ocho meses después de recuperarse la senda de creación de puestos de trabajo. Las entidades confíaban en dejar atrás en 2013 la sangría de provisiones y encontrar una normalización en su dotación para aliviar la presión mientras buscan enderezar los maltrechos márgenes. Según los expertos, la estrategia pasa por actuar en dos líneas. Por un lado, recuperar la recaudación por comisiones, aunque es complicado cuando la venta de productos y transacciones como la operativa en bolsa se encuentra condicionada por la crisis. Y por otro, atacar la línea de costes, más fácil de gestionar. En el interin transcurrido entre 2008 y 2012, el mapa bancario se ha reducido desde más de 50 bancos y cajas a apenas 12 entidades a través de una veintena de integraciones -el censo de antiguas cajas de ahorros se ha contraído de 45 a 7 grupos financieros-. Se precipitaron las fusiones para evitar la caída de entidades vulnerables integrándolas en grupos más fuerte, pero también para acomodarse a un escenario menos rentable, donde toca meter tijera en los costes ante la imposibilidad de mantener las mismas estructuras cuando los ingresos se hunden. De ahí, los ajustes. A finales de 2012, la banca contaba con 39.320 sucursales y 236.500 empleados, frente a las 45.563 oficinas y 270.855 trabajadores de su cénit de expansión; lo que supone retrotraer la capilaridad a los últimos coletazos de los noventa. Sobran 9.000 sucursales El proceso, a juzgar por los expertos, está inacabado y la industria adolece aún de una sobrecapacidad de entre 7.000 y 9.000 sucursales para la tarta de negocio existente. Una parte se corregirá con el adelgazamiento exigido por Bruselas a las entidades ayudadas, al que se han unido bancos sanos -el Santander prescindirá de 700 locales-. Quedan además fusiones pendientes con las futuras subasta de Catalunya Banc y Novagalicia, a las que es no es descartable que se una alguna otra operación. Una derivaba de la obligación europea de reducir red y tamaño a la banca auxiliada es que proporciona una oportunidad de oro a las grandes entidades para captar el negocio que abandonen. El Santander, BBVA, CaixaBank, Popular, Bankia y Sabadell podría llegar a repartirse un 80 por ciento del mercado en dos o tres años, dejando al resto la opción de ser bancos de nicho, especializados en un negocio o territorio. Un salto colosal teniendo en consideración que los dos grandes bancos copaba un 11 por ciento cada uno antes de la crisis y aspiran al 20 por ciento en un par de años.