L a situación de la industria de la biomasa está llegando a límites insostenibles, situación que debe corregirse de manera inmediata, ya que su carácter de industria que promueve el desarrollo, la actividad y el empleo es fundamental para coadyuvar a la salida de la crisis. No es una energía renovable más, sino una verdadera industria directamente vinculada a otros sectores productivos -agrícola, forestal y ganadero- tan profundamente arraigados en nuestro país como olvidados en las políticas públicas. En las instalaciones en las que se genera energía a partir de biomasas se realizan verdaderos procesos industriales que no se pueden llevar a cabo sin el suministro continuo de unas materias primas que deben ser procesadas adecuadamente para poder culminar su valorización. El ministro Soria ha pedido recientemente a los sectores industriales privados soluciones para reindustrializar España. Sin embargo la industria de la biomasa no ha sido requerida para ello, a pesar de que su desarrollo debe considerarse estratégico, al tratarse de industrias que generan importantes beneficios socioeconómicos en el medio rural y por su capacidad de generar empleo. Están demostrados y cuantificados de manera contundente los importantes beneficios medioambientales y estratégicos que genera esta industria. Sin embargo este sector industrial está siendo objeto de continuas medidas públicas recesivas, que además pueden no ser las últimas. La industria de la biomasa en España no puede aguantar ya más y se encamina directa y rápidamente a su extinción si no se revierte este acoso y derribo por parte del Gobierno. Mientras estamos a la cola del mundo en su desarrollo, en España sigue sin ser considerada un sector estratégico, cuando los beneficios finales de la producción de energía a través de las biomasas hacen con toda evidencia que su balance sea positivo. Entre otras materias primas, las biomasas son lo que comúnmente se entiende por residuos, es decir, materiales considerados como desechos. Por ello su eliminación a través de la valorización tiene una importancia capital para el conjunto de la sociedad, puesto que otras formas de eliminación suponen un importante coste tanto económico como medioambiental y social. Estas capacidades medioambientales y socioeconómicas que implica la valorización energética de las biomasas son reconocidas y apreciadas por la mayoría de los países de la UE, donde el aprovechamiento energético de las biomasas, el biogás y la fracción orgánica de los Residuos Sólidos Urbanos (Forsu) no ha dejado de crecer durante los últimos años. Sin embargo, en España, su condición industrial es continuamente relegada u olvidada. Los sucesivos marcos regulatorios que se han ido diseñando durante todos estos años para el sector, únicamente han atendido a la vertiente energética, implementando las mismas medidas que sí han servido para promocionar otras energías renovables, pero no ésta. La biomasa está intrínsecamente vinculada a un combustible, combustible que puede tener distinta naturaleza y cuya facilidad de suministro va a depender de esta naturaleza. Cualquier medida que no tenga en cuenta el coste de puesta en planta de estos combustibles -o los aumente por vía fiscal- impide o penaliza severamente la viabilidad económica de las instalaciones, y eso es lo que ha ocurrido históricamente en nuestro país. Las autoridades públicas deben, de una vez por todas, establecer un marco normativo específico para esta renovable que reconsidere la apreciación de las biomasas como una tecnología limpia más e incluya en sus balances de rentabilidad las externalidades mencionadas de modo que aflore la evidente eficiencia de la energía producida a partir de las biomasas, que sopese debidamente los retornos fiscales que induce y, sobre todo, que tenga en cuenta el empleo intensivo que puede crear no solo en su actividad específica, sino en los sectores agrícola, ganadero y forestal. El fomento de la producción de energía con biomasa no debe limitarse a cumplir los compromisos de España en materia de energías renovables. Su cabal desarrollo debe considerarse como una aportación ineludible a las medidas y reformas necesarias para superar con éxito la actual crisis y para salir cuanto antes fortalecidos de la misma. La creación de este nuevo sector industrial y de un mercado español de la biomasa, implicaría la generación de nuevos puestos de trabajo localizados en el medio rural, tan necesitado de ello. No tiene ningún sentido, ni económico ni político, desde el punto de vista del desarrollo armónico de los distintos territorios del país, continuar dejando morir a esta industria. Lo que se está haciendo es privar a las comunidades autónomas -que son los territorios donde se emplazan sus plantas y donde obtienen sus materias primas- de una importante fuente de generación de empleo y de actividad económica.