D esde el próximo 1 de junio, a la hora de comprar o alquilar una vivienda hay que mirar su etiqueta energética. Cumpliendo la normativa europea, los propietarios de los inmuebles deberán disponer de un certificado de eficiencia energética para vender o alquilar. A falta de perfilar el mecanismo de procedimiento de la certificación, el impacto económica de la medida -que afecta también a los propios edificios de las Administraciones Públicas-, va a tener repercusiones en el parque de viviendas de las entidades bancarias, incluida la Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb), propietaria de una de las mayores carteras inmobiliarias de España. No hay cifras definitivas, pero si las etiquetas de las viviendas -que irán de la A a la G, en función de la eficiencia energética del inmueble- costarán entre 90 y 250 euros, hasta 400 en el caso de viviendas unifamiliares, el denominado banco malo tendrá que realizar un desembolso millonario para adecuarse a la norma. Tampoco hay datos sobre la forma en la que se realizará esa certificación del parque inmobiliario del Sareb, del que el Estado, a través del Frob, participa en un 45 por ciento, pero lo más probable será que se recurra al concurso público, un motivo más para que la certificación y la rehabilitación se estén convirtiendo en la línea de negocio con más futuro dentro del sector. El mercado de la eficiencia energética será uno de los principales yacimientos de empleo en España en los próximos años, con incrementos anuales, de trabajo estable y de calidad, de casi el 10 por ciento, según las previsiones de la Asociación de Empresas de Servicios Energéticos (Anese). En la práctica, esta potencia podría traducirse en la creación de más de medio millón de empleos hasta 2016, según el estudio Impacto socioeconómico del mercado de la eficiencia energética en el horizonte 2020. Compañías como Circutor son un buen ejemplo. Especializada en el diseño y producción de equipos de control y eficiencia energética, se ha convetido en una de las principales empresas europeas del sector. La firma catalana ha conseguido hacerse con una cartera de clientes en más de 100 países y sus equipos monitorizan edificios tan emblemáticos como el Burj Khalifa de Dubái o el Nou Camp de Barcelona. Las tecnologías de la información y comunicación (TIC) son otro nicho con un enorme potencial de aplicación en el ámbito de la eficiencia energética. Y uno de los elementos de ahorro más extendidos es la tecnología cloud, un modelo con el que las empresas consiguen ahorros de un 30 por ciento de media, aunque "puede llegar a superar el 70 por ciento en casos concretos", donde destaca Olof Sandstrom, director de operaciones de Arsys. La compañía española, proveedora de servicios de cloud computing, diseña sus Centros de Datos utilizando un equipamiento de última generación que minimiza el coste eléctrico derivado de la redundancia de los equipos y las ineficiencias que van acumulando, con los que ha consegido ahorros energéticos anuales del 20 por ciento. Entre las iniciativas aprobadas por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo para apoyar la eficiencia energética se encuentra una línea de 100 millones de euros, a través del Idae, en ayudas a actuaciones de mejora de eficiencia energética en aislamiento y calderas de los edificios. Los incentivos fiscales resultan decisivos en el creciente interés mundial por la eficiencia energética, que sólo en los dos últimos años ha aumentado un 34 por ciento, especialmente entre los propietarios y gestores inmobiliarios. Según el último informe anual de la consultora Johnson Controls, estos incentivos son los auténticos impulsores de las decisiones de inversión en el capítulo de eficiencia energética. Y junto a los incentivos, la oportunidad de ahorro. Cepsa acaba de anunciar que dedicará más de 100 millones de euros en los próximos cinco años a mejorar la eficiencia energética de sus instalaciones, lo que supone el 25 por ciento del total del esfuerzo inversor. Hasta la Asociación Española de la Industria Eléctrica (Unesa) se suma a la proclama de que "la electricidad más barata es la que no se consume", y señala la eficiencia energética como "una gran oportunidad de inversión, de las pocas en estos momentos", según su presidente, Eduardo Montes.