S í, digo de cajas, porque eso fue lo que entendí en la jornada de Elkargi por la intervención de Mario Fernández, presidente de Kutxabank en el almuerzo posterior. En las jornadas, Fernández midió en todo momento sus palabras, leyó un discurso, cuando lo habitual es que lleve unas transparencias y las ilustre con un discurso ameno. Pero en estos momentos el panorama financiero está como para medir las palabras, pero mucho más las intervenciones de Fernández en Álava y Gipuzkoa, donde se está instaurando la creencia de que la fusión y creación de Kutxabank es la responsable de la reducción de los fondos para las obras sociales que aún gestionan las cajas BBK, Kutxa y Vital. Fernández no cesa de repetir, a quienes critican que el banco busque su rentabilidad, que las obras sociales se financian con los beneficios. En su ponencia y en el coloquio, Fernández dibujó un panorama financiero hostil para Kutxabank y su futuro, debido a las presiones de la troika europea al sistema financiero español; más los decretos de De Guindos de exigencias de capital; además de la presión para que entren en el SAREB o de que todos sufraguen a escote el coste de las preferentes de las entidades intervenidas. Ante este panorama, Fernández sorprendió al decir que si él presidiera una entidad financiera pura -sin vinculación a cajas que hacen obra social-, él hubiera propuesto a su consejo no repartir dividendo para capitalizar la sociedad. De ahí que afirmara que "nosotros no jugamos con las mismas condiciones que el resto de las entidades financieras con las que competimos". Y después volvió a sorprender diciendo que, ante este panorama regulatorio desde Madrid y Bruselas -que penalizarán aún más a las cajas con nuevas previsiones-, Kutxabank debe decidir "qué quiere ser de mayor" por que "lo que no quiero es correr el riesgo de que por caer en alguno de los pecados regulatorios, que el más importante es el nivel mínimo de capital, me diga el FROB qué es lo que tiene que ser Kutxabank en el futuro". Todo un aviso para navegantes.