La idea de que el sector energético está perdiendo la senda renovable quedó plenamente confirmada por lo visto y oído en la ceremonia de entrega de los Premios de la Energía 2012, organizada por el Club Español de la Energía. Durante todo el acto, y en la mayoría de las conversaciones, fueron una constante las continuas menciones a que los sistemas energéticos deben asegurar el suministro energético y deben ser sostenibles desde un punto de vista energético para, inmediatamente, apostillar que, por supuesto, también deben ser sostenibles económicamente. Con ello se daba a entender que lo del medio ambiente está muy bien, pero que lo que realmente importa es el tema económico. Cuestión económica, por cierto, valorada sólo en términos de coste "directo", sin tener en cuenta el retorno global que las renovables proporcionan a la economía española mediante creación de empleo, valor añadido local, reducción de los precios de casación del mercado eléctrico (pool), mejora en la balanza de pagos y otros... No obstante, el coste de las renovables no era la cuestión principal del día. Ni siquiera era de las cuestiones secundarias, ni de las accesorias. El ministro Soria ya ni siquiera se siente obligado a introducir en sus discursos la habitual frase de reconocimiento a las energías renovables por su papel estratégico en el futuro que, aunque siempre sonó con poco convencimiento, al menos representaba un punto de esperanza para todos los que han apostado por las energías renovables en este país, que no son pocos. Mientras el ministro iba desgranando su intervención, el oyente pudo efectivamente comprobar que éste no hizo mención a las renovables como actor principal del sector energético, ni siquiera en un futuro remoto. Pudo comprobar que no se hizo eco de la posición de la Unión Europea favorable a las energías renovables y de la importancia que da Bruselas a invertir cuanto antes en renovables, porque nos va a salir más barato que hacerlo más tarde. Ni una referencia. Ni para dar una pequeña satisfacción, aunque fuera por exigencias del guión, al 81 por ciento de las españoles que, según el Eurobarómetro, cree en las energías renovables como la principal opción energética cara al futuro. Ni siquiera cuando el orador habló de seguridad de suministro e independencia energética. Parecía imposible que, tocando este tema, no aprovechara la ocasión para mencionar en un tono positivo a las energías renovables, pero así fue, no lo hizo. Ignoró que las fuentes renovables atesoran un potencial energético enorme, cientos de veces superior a la demanda energética de nuestro país. Obvió que, en contraposición a otros recursos energéticos, las energías renovables y las tecnologías asociadas a su aprovechamiento son autóctonas y que España es, o era, líder en su desarrollo. Para el ministro Soria, la apuesta por reducir nuestra dependencia energética pasa por impulsar las prospecciones petrolíferas en Canarias, por aplicar la nefasta técnica del fracking para sacar gas de las piedras y por no cerrar o incluso alargar la vida de las centrales nucleares que operan en nuestro país. Y ni una mención o palabra sobre las energías renovables. La obsesión del ministro por hacer desaparecer las energías renovables nos hace cometer como sociedad errores estratégicos de bulto. Errores que no pagará él, puesto que se manifestarán en el medio plazo y es más que probable que la energía ya no será su responsabilidad. Los pagaremos, como siempre, los ciudadanos y las empresas. Ya se puede hablar de involución renovable en España. No se trata de un parón para corregir desviaciones y coger fuerza para dar el salto definitivo hacia el uso masivo de las energías renovables, como nos habían dicho al principio de la legislatura. Se trata de deshacer el camino que habíamos andado entre todos -ciudadanos, empresas y gobiernos-, en el que el PP, el PSOE y el resto de partidos contribuyeron decisivamente a crear en un primer momento. Se trata de repudiar nuestra apuesta por el desarrollo de las energías renovables, que nos llevó a ser líderes mundiales, tanto en tecnología como en potencia instalada. Se trata de negar lo evidente y no ver el futuro que todo el mundo ve, salvo nosotros, o mejor dicho, salvo este Gobierno. Se trata, en definitiva y a la vista de los hechos, de dar marcha atrás por la exitosa senda renovable que habíamos recorrido.