L a caída del consumo se ha llevado por delante más de 4.000 comercios en Castilla y León desde el año 2007. Las cifras que aporta el último Directorio Central de Empresas (Dirce) del Instituto Nacional de Estadística (INE) son demoledoras y reducen el número de empresas de comercio activas en la Comunidad de las 45.264 existentes cuando comenzó la crisis a las 41.168 de finales de 2012. Según estos datos, tres de cada cuatro empresas activas que ha desaparecido en la Comunidad pertenecían al sector comercio. La construcción por ejemplo ha perdido 1.703 empresas y la industria, 620. El desolador panorama que reflejan estos datos es fácilmente comprobable cuando uno se da un paseo por las calles más comerciales de las ciudades. En Valladolid, la tristeza se apodera de uno cada vez que recorre el centro y comprueba la multitud de negocios que han cerrado de un día para otro. Probablemente la caída del consumo no es la única razón que ha llevado a esta situación. La proliferación de nuevos formatos comerciales ha provocado la huida masiva de los compradores de las zonas donde tradicionalmente se centraba la actividad comercial, aunque en esto ha contribuido, y mucho, la insistencia de los ayuntamientos en cerrar las calles al tráfico. Y cuando no se puede aparcar o ni siquiera circular busca alternativas. También es cierto que el sector no puede eludir su responsabilidad por su inmovilismo y su incapacidad para combatir a sus nuevos enemigos. Todo esto, sin embargo, no es suficiente para condenar a un colectivo que genera 50.000 empleos por cuenta propia, 90.000 por cuenta ajena y un gran número de indirectos. La Junta parece no haberse dado cuenta de la gravedad del problema. Ante sus estrecheces económicas ha metido la tijera sin tener en cuenta las consecuencias. Pero no es una cuestión de dinero. Los comerciantes se quejan del escaso cariño que reciben desde las más altas instancias frente al abrazo constante a otros sectores, como la automoción. Y tienen razón.