Los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete se enfrentan hoy a una agenda peculiar, sin grandes decisiones, pero cargada de trampas en unos asuntos en los que se suponía erróneamente que hay un acuerdo desde junio pasado, como es la recapitalización directa de la banca. Aparentemente, el pasado Consejo Europeo, que tuvo lugar el 28 y el 29 de junio, puso las bases de un paquete de medidas que han logrado aflojar la tensión de los mercados y encarrilar la crisis que ha secuestrado la economía de la zona euro durante los últimos dos años; a saber, el Pacto de crecimiento y empleo, las condiciones de utilización del Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede), y el papel del Banco Central Europeo. Sin embargo, cada una de las decisiones del verano se han encontrado con escollos importantes en su aplicación y ahora les toca a los líderes volver a desbrozar el camino hacia la próxima cita de finales de año, donde deberán verse de nuevo medidas concretas. Alemania llega a la cumbre con su agenda particular, pues quiere conseguir de sus socios que acepten ceder el control de sus presupuestos nacionales a una autoridad central en Bruselas, pero no quiere avanzar demasiado rápido en el supervisor bancario, que le interesa en cambio a países como España porque de él depende la recapitalización bancaria directa. Francia o Italia, que están en el mismo barco que España, querrían que el nuevo órgano de regulación del Banco Central Europeo esté operativo en enero, de modo que el Mecanismo Europeo de Estabilidad pueda inyectar dinero en las entidades sin pasar por los estados y por tanto sin contabilizar en sus balances. Aplicar las medidas Por su parte, frente a las urgencias propias de Alemania, que quiere dar una nueva vuelta de tuerca al control presupuestario a través, por ejemplo, de la creación de un comisario de asuntos monetarios o de la firma de contratos entre los Estados miembros y Bruselas, Francia considera que hay que ir aplicando realmente todas las medidas comprometidas hasta ahora. Así, la idea de crear un presupuesto común para la zona euro está todavía muy verde y los diplomáticos apuntan a que el único objetivo de la cumbre es dar el mandato para seguir trabajando sobre ello. La lógica de esta propuesta incluida en el informe presentado por el presidente del Consejo, Herman Van Rompuy, es que la zona debería contar, por una parte, con un presupuesto para acompañar la puesta en marcha de las reformas con el fin de ayudar a los Estados miembros. Y por otra, porque toda lógica económica apunta a que una zona monetaria que no tiene capacidad presupuestaria propia no tiene visos de progresar. "Tenemos una moneda única y una política monetaria única pero cuando hay una crisis y esa crisis no tiene el mismo efecto sobre los Estados miembros no sabemos qué hacer", señala una alta fuente diplomática que apunta que será un instrumento para completar la política monetaria y responder a los choques asimétricos.