Todos a una es la frase que han elegido los empresarios y los políticos catalanes para alzar la voz contra la posible compra de Spanair por parte de Iberia, una operación que se ha convertido, tras la opa de Gas Natural, en la que más inquietud ha levantado entre la clase empresarial catalana. El tiempo de la globalización corre en contra del aeropuerto de El Prat, un aeródromo que ha reaccionado tarde a la internacionalización de Barajas, y en contra de la sociedad civil catalana, que despertó el pasado mes de marzo para pedir más conexiones internacionales. No es la fusión lo que más preocupa a los catalanes sino los planes estratégicos de la aerolínea de bandera. Una estrategia que se centra en Barajas y no pasa por El Prat, con una compañía de bajo coste, Clickair, que puede recortar sus planes al no cumplir con sus expectativas de negocio desde el aeropuerto catalán, y con la firme intención de que nada cambie. Esto los inquieta pero también preocupa la suma de 'slots' que acumule Iberia si a partir de ahora vuela con Spanair. Durante 2007, por El Prat pasaron 33 millones de pasajeros. Iberia, Clickair y su línea de vuelos regionales, Air Nostrum, sumaron más de 10,5 millones de viajeros. Spanair trasportó 4,5 millones. La futura unión de ambas se haría cargo de más del 48 por ciento del tráfico del aeropuerto catalán, sin contar con el millón de pasajeros que volaron con Finnair y British Airways, también de la alianza OneWorld. La única esperanza que le quedaba a la sociedad civil catalana era la Terminal Sur. Pero su adjudicación a las alianzas Oneworld, donde Iberia juega un papel determinante, Star Alliance (Spanair), Vueling y otras 17 aerolíneas independientes, les dejó fuera de juego. Si se cierra la operación, el nuevo grupo ocupará tres cuartas partes del espacio de la nueva terminal... demasiado si entre los planes de Iberia no figura El Prat como plataforma internacional. A la Generalitat le preocupa el anuncio de las intenciones de la aerolínea. Tanto los políticos como los empresarios hubieran preferido una fusión Clickair y Vueling, para convertir Barcelona en el centro de una potente compañía aérea de bajo coste. Pero los malos resultados de la compañía alejan a Vueling, uno de los pilares con los que contaba la Administración catalana para salvar su aeropuerto de la fusión de líneas de bajo coste. Los empresarios catalanes recelan de la actitud de Iberia, que ha asegurado que aumentará los vuelos internacionales desde El Prat pero no ha dicho nada de convertirlo en un enlace entre aeródromos internacionales. A principios de semana pidieron la reasignación de la Terminal Sur en caso de que la compra de Spanair se hiciera efectiva y avisaron de que se moverían para apoyar a otros grupos que se decidieran entrar en la puja por Spanair. La Generalitat se posicionó en una línea más legalista: Iberia tendrá que dar explicaciones ante Competencia si finalmente compra Spanair y campa a sus anchas por El Prat. Sin embargo, dentro de la Generalitat se empiezan a diferenciar dos posiciones: la línea más dura, encabezada por el conseller de Obras Públiques, Joaquim Nadal, y el de Economia, Antoni Castells, que opta por rechazar de pleno la operación y por internacionalizar El Prat. La otra, más desdibujada y menos pública, es la que encabezaría el mismo presidente Montilla. Como anterior ministro de Industria, José Montilla, estrechó en su momento los lazos con la antigua aerolínea de bandera, unos lazos que le gustaría mantener. A Montilla le gusta pasar desapercibido y entrar en polémica con los que en su día compartía comidas, parece no ser de su agrado. El gobierno catalán todavía no ha encargado un informe al Tribunal de Defensa de la Competencia en Cataluña, órgano que depende directamente del Departament que dirige Castells. Este sería el primer paso para dar un aviso a Iberia y dejarle claro que debería cambiar su estrategia a medio plazo desde El Prat para reencontrarse con la autodenominada sociedad civil catalana. La estrategia de la Generalitat, verbalizada por su 'president', no cuenta sin embargo con una especial resonancia entre las entidades financieras catalanas. Todavía ninguna caja se ha pronunciado al respecto. Justo lo contrario que ocurre con Iberia, donde Esperanza Aguirre y Caja Madrid van al unísono para potenciar el aeropuerto de Barajas a nivel internacional, aun a costa de generar minusvalías en la cartera de inversión de la entidad que preside Miguel Blesa. Además, el primer culebrón empresarial del año afectará de lleno a José Luís Rodríguez Zapatero si sale reelegido. Su gran asignatura pendiente, las infraestructuras, tiene ahora dos preguntas en las que Zapatero se la juega al todo o nada. Cercanías y privatizar la gestión del aeropuerto de El Prat, como se le pide desde Cataluña. La respuesta a esta última cuestión es algo más difusa y parece que la han dejado para la siguiente legislatura. Con Aena de por medio, ¿cómo va a solucionar la falta de competitividad del aeropuerto de El Prat?