El escándalo del Libor, que se ha llevado por delante a los máximos responsables de Barclays, amenaza con extenderse inexorablemente a otras entidades financieras como HSBC, Citigroup, UBS o RBS.El escándalo de la manipulación del Líbor es ya oficialmente una investigación criminal. La semana más convulsa de la industria financiera británica desde el cénit de la crisis concluyó ayer con la confirmación más temida. Tras estudiar las evidencias surgidas a raíz de la sanción de 290 millones de libras a Barclays (más de 230 millones de euros), la Oficina del Fraude (SFO por sus siglas en inglés) ha decidido abrir un proceso que podría derivar en imputaciones. Tras el noqueo a las reglas de juego, la habilitación de cargos supondría la estocada final a una confianza anémica que ha tambaleado los pilares fundamentales del funcionamiento de la City. Y es que la organización descabezada en la que se ha convertido Barclays pasa de protagonista a secundaria ante una operación que aspira a retirar el velo de una red de intervención endémica en el fundamental préstamo interbancario. De momento, la SFO no cita sospechosos, pero en el visor del equipo creado específicamente para este proceso figurarían gigantes como HSBC, Citigroup, UBS e, incluso, entidades nacionalizadas par- cialmente como RBS. Y es que la de Barclays es una historia con tintes shakespearianos de traiciones a la confianza, conspiraciones y malas artes, en la que no faltan poderes fácticos responsables de mover los hilos del universo particular de la City, ni sacrificios para salvar el imperio. En menos de una semana, una organización que culpaba a un grupo reducido de alterar artificialmente el Libor y en la que nadie en la cúpula pensaba dimitir se ha quedado sin sus tres figuras principales, que renunciaron a sus cargos en un plazo de menos de 48 horas para intentar salvar una reputación herida mortalmente. No es un caso aislado El problema, sin embargo, es que los de Barclays no serían los únicos operadores que buscaron rédito personal en la manipulación, o presentar una robustez corporativa que no era tal. De ahí la investigación de la SFO, que sucede a las promovidas por los reguladores de Estados Unidos y de Reino Unido y que se verá completada en el Parlamento británico, donde finalmente se celebrará el proceso ordenado por David Cameron para desenmascarar las prácticas de la banca e incorporar los hallazgos a la severa normativa que pretende aprobar el próximo año. El alcance de cuánto ha costado la manipulación -que en el caso de Barclays se remontaría hasta 2005- no se sabrá a medio plazo, no al menos hasta que no concluyan parte de las averiguaciones. Y es que no sólo afectaría a los billones de activos que cada día se mueven en la City, sino que también a hipotecas y préstamos a negocios, que convertirían el catálogo de víctimas de la intervención del Libor en algo más que un listado de corredores de bolsa y gigantes de inversión. Un impacto que es precisamente el que ha atraído a la SFO, una autoridad que mueve ficha cuando un caso se convierte en cuestión de interés público. Lo que existe hasta ahora son estimaciones previas. En los últimos diez años, sólo 250.000 hipotecas contarían en Reino Unido con préstamos ligados al Libor, en lugar de al tipo base del Banco de Inglaterra, es decir, en torno a un 2 por ciento del mercado. Sin embargo, entre ambos índices existe una correlación indirecta y, aunque antes de la crisis el interbancario tendía a ser un 0,15 por ciento superior al del banco central, la realidad muestra cómo la evolución del Libor indicaba por dónde iría el interés de la entidad gobernada por Mervyn King. Es más, cuando los bancos variaban sus tipos, culpaban al Libor y, pese a que el regulador británico no detectó una capacidad de intervenir automática por parte de las entidades financieras, el norteamericano considera que sí existió. Y el exconsejero delegado de Barclays, Bob Diamond, coincide. No obstante, los intentos no eran siempre al alza. Más al contrario, dependerían de los intereses de sus promotores y, sobre todo, de la necesidad de ocultar evidencias de las dificultades durante la crisis, para así lograr que otro banco prestase a niveles razonables. En consecuencia, otro de los perdedores del caso serían aquellos inversores que abrieron el grifo comprando con un interés ligado al Libor, puesto que se les habría pagado menos. En cualquier caso, la víctima fundamental sería el índice en sí mismo, puesto que ha perdido credibilidad al punto de que en esta semana de turbulencias, ninguna entidad se ha mostrado dispuesta a prestar a otra. La más afectada De éstas, con todo, la más afectada sigue siendo Barclays. No sólo debe resurgir de las cenizas del escarnio, sino que debe recomponerse prácticamente sin liderazgo. La dimisión a efectos inmediatos de 'Diamante Bob' dejó el timón en manos del también saliente presidente, Marcus Agius, un ejecutivo sin experiencia en la gestión diaria de un gigante de las dimensiones de quien en 2008 fue capaz de asumir lo de quedaba de Lehman Brothers y convertirlo en un negocio rentable. De esta forma, los nuevos responsables no sólo deberán lavar la cara de la organización, sino que están obligados a revisar las prácticas. Los que las conoces y se consideran próximos a Diamond no quieren sucederle y mucho menos hacer frente a los sucesivos escándalos que, previsiblemente, surgirán con las investigaciones en curso. De ahí que una de las soluciones fundamentales parezca la de reclutar un ejecutivo de fuera de la compañía, un perfil que pueda examinar qué clase de organización Barclays quiere ser y promover una reevaluación piramidal comenzando desde la cumbre. Diamond confesó haberse sentido enfermo cuando, según él, descubrió el mes pasado las prácticas que se enquistaron bajo su liderazgo. Sin embargo, documentos de la propia entidad prueban las intrincadas relaciones de poder con el Gobierno y el Banco de Inglaterra, tan complejas que habrían llevado a la tercera cabeza que rodó por el escándalo, el jefe de operaciones, a entender que el Ejecutivo estaba preocupado por la tendencia de Barclays a presentar un Libor al alza. Una evolución que contradice la ignorancia enarbolada por una dirección que fracasó en su intento de detener la hemorragia con su inmolación profesional.