El País del Sol Naciente atrae a los turistas de las clases medias emergentes de Asianiseko (japón). El hotel es de propiedad extranjera. El director tiene pasaporte extranjero, así como gran parte de los huéspedes que están en él de vacaciones. Los nativos trabajan de camareros y conductores y no falta quien protesta por el impacto medioambiental de los palacios que se están construyendo en este pequeño boom que ha colocado por las nubes los precios de los terrenos y de los inmuebles. No estamos hablando de un paraíso perdido del sudeste asiático, sino de un nuevo Japón que se convierte en paraíso turístico para esos otros asiáticos que tienen mucho dinero y que se pueden permitir unas vacaciones que otorgan estatus, como una estancia de invierno en el Hokkaido, especial por su nieve en polvo, que les permite sentirse campeones incluso a los novatos principiantes. Se trata de Niseko -a 100 kilómetros al oeste de Sapporo-, un lugar especial, descubierto y lanzado por los australianos, pero que, ahora, se ha convertido en el símbolo de una nueva tendencia internacional y de un cambio histórico para la imagen del País del Sol Naciente, que pasa de ser un país muy rico y casi inaccesible a acoger a las clases medias emergentes del continente. Algunas comunidades rurales se están transformando casi en enclaves extranjeros. Y los que hacen negocio están teniendo en cuenta factores hasta ahora impensables, como la frecuencia de los vuelos charter o las supersticiones de los chinos. Y es que, por ejemplo, en 2006 el número de turistas taiwaneses no creció tanto porque el período considerado desafortunado para viajar, cambiar de lugar o casarse duró dos meses, mientras en 2007 sólo duró uno. Niseko quiere, pues, convertirse en la Saint Moritz de Asia. "Con los empresarios y las autoridades locales estamos intentando lanzar a Niseko como la nueva tendencia, porque tiene todas las potencialidades para serlo", afirma Ross Findlay desde Melbourne, uno de los pioneros australianos empeñados en publicitarla incluso como destino estival. Pero todavía queda mucho por hacer para que Niseko adquiera una categoría reconocida en el mundo, aunque se está avanzando a pasos agigantados. "Los negocios tradicionales están en crisis, pero se abren espacios nuevos para centros comerciales dirigidos a la clientela extranjera", dice Takashi Asaoka, que ha abierto una tienda de diseño y de regalos de alta gama. Niseko contribuirá de forma decisiva a aliviar el problema de los organizadores del próximo G8, que se celebrará en el Windsor Hotel, asomado al lago Toya, del 7 al 9 de julio. "Hemos reservado todas las casas disponibles en un radio de veinte kilómetros -revela un funcionario del ministerio de Exteriores-, pero no basta. Porque algunas de ellas no están adaptadas para los occidentales, sobre todo porque cuentan con baños a la japonesa. Muchos periodistas tendrán que ir a Niseko, aunque se encuentra bastante distante del centro de prensa de Rusutsu". Las autoridades de Hokkaido cuentan con el efecto G-8 para multiplicar el número de visitas extranjeras al menos en un millón de aquí al 2010, frente a las 590.000 de 2006, atrayendo sobre todo a europeos y americanos. Sin embargo, las perspectivas de relanzamiento del Japón rural aparecen vinculadas al crecimiento de la riqueza de las economías emergentes, en paralelo al debilitamiento del yen en relación con otras monedas asiáticas. El Gobierno de Tokio celebró el récord de turistas extranjeros en 2007, un aumento del 14 por ciento (8,4 millones) y, para conseguir el objetivo de alcanzar los 10 millones en 2010, nacerá, desde principios de octubre, una nueva organización escindida del Ministerio de Transportes y Turismo. Entre las medidas más concretas de promoción está ya en marcha una flexibilización del régimen de visados para períodos breves, así como cierta liberalización de los vuelos procedentes del continente y con escalas menores. El 70 por ciento de los turistas que viajan a Japón procede de Asia. Según un reciente sondeo, entre las principales motivaciones para viajar a Japón destacan las compras. Los porcentajes de crecimiento de los turistas en Japón se están convirtiendo en un espejo del declive relativo de las grandes economías. Procedentes de la China, los visitantes han crecido el 16 por ciento y, por vez primera, superaron a los de Estados Unidos, que han caído un 1,3 por ciento. Los mayores aumentos se registran en turistas procedentes de Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong, Singapur y Tailandia. Por el contrario, disminuyen los turistas japoneses que salen al extranjero, un 1,3 por ciento (17,3 millones) y crecen sólo los de más de 60 años, mientras los periódicos dan cuenta de las quejas de los funcionarios de los ministerios que querían jubilarse en el extranjero y ahora, con sus cuentas en yen en la mano, descubren que ya no pueden darse la buena vida en la Costa del Sol y, probablemente, ni siquiera en Tailandia. "¿Nuestra mayor ventaja? La omotenashi, la cultura de la hospitalidad", afirma el director de la Japan National Tourist Organization, Tadatosji Mamiya. A su juicio, los extranjeros están descubriendo esta combinación iresistible de tradición y modernidad típicamente japonesa. Además de los templos de Kioto, el éxito de la cultura japonesa en el exterior conduce a los visitantes a la ciudad electrónica de Akihabara en Tokio y contribuye a dar a conocer una oferta turística más amplia de Japón, como son los seis meses de nieve del Hokkaido o los trópicos de Okinawa. El año pasado Japón consiguió también un récord de turistas franceses. Influyó en ello el hecho de que Tokio consiguiese entrar por vez primera en la Guía Michelin, que la coronó como la nueva capital gastronómica mundial.