La ministra de Finanzas austríaca señala a Roma como el próximo Gobierno en necesitar ayudaErase una vez la retórica del sorpasso: corría el año 2007, Lehman Brothers gozaba todavía de un rating de máxima solvencia y Madrid rivalizaba con Roma en tener el PIB por habitante más alto. Ahora, con una crisis de por medio, las dos capitales se persiguen como corredores agotados y rivalizan en la eurozona por quién pedalea más fuerte y no tiene problemas con su prima de riesgo. A finales de 2011, Italia renqueaba detrás de todos con el miedo de acabar como Grecia: el lastre de una deuda cercana al 120 por ciento del PIB y un diferencial que había escalado por encima de los 570 puntos básicos daban el país por perdido. Fue suficiente cambiar de ciclista -el antiguo comisario europeo Mario Monti en lugar del desgastado empresario Silvio Berlusconi- para dar el sorpasso a Madrid, esta vez en la prima de riesgo. Sólo han pasado seis meses y la ventaja ganada por Roma, sin embargo, no parece suficiente. El país transalpino vuelve a alejarse del grupo, con el riesgo de que, una vez se despejen las incógnitas sobre España (para bien o para mal), Roma sucumba a la especulación. En diciembre de 2011, tras el ajuste Salva Italia -el plan de austeridad de 30.000 millones de euros aprobado en tiempo récord por el gobierno tecnócrata- en Europa se empezó a hablar de "efecto Monti": una bajada de la prima de riesgo italiana que en pocos meses había conseguido recortar más de 200 puntos básicos, llegando en marzo a estar bajo el umbral de los 300 puntos. El Ejecutivo de Roma, después de poner orden en las cuentas, estaba a punto de lanzar la reforma laboral, algo que ningún Gabinete transalpino se había atrevido a hacer en los últimos veinte años y la prensa internacional celebraba la "revolución de Monti", una nueva etapa basada en medidas de estímulo a la estancada economía del país. Fin de la luna de miel Sin embargo, desde entonces la luna de miel entre el antiguo comisario europeo y los mercados se ha acabado y el diferencial ha vuelto a subir implacablemente. Y el pasado lunes, tras las ayudas a la banca española, y mientras el resto de Europa reaccionaba con prudencia, Italia volvió a vivir un día negro en los mercados, con la Bolsa de Milán en caída libre y el diferencial por encima de los 470 puntos básicos. Ayer fue aún peor, con el temido spread que llegó a rozar los 490 puntos. "Sólo hacía falta mirar a la curva del diferencial para ver que nos quedaban tres meses para acabar como Grecia", explicaba un relajado Monti en febrero. Ahora que la misma curva ha vuelto a dar miedo, el primer ministro transalpino contesta resentido a la titular de Finanzas de Austria, Maria Fekter, que se ha atrevido a hablar de un rescate de Italia. El problema es que la carrera del "hombre que puede salvar Europa" (como fue retratado Monti hace meses en la portada de la revista estadounidense Time) se ha vuelto de repente cuesta arriba. La apretada agenda de reformas del antiguo comisario europeo ha tenido que adecuarse a los tiempos y a los conflictos de la amplía mayoría que le apoya en el Parlamento de Roma, formada por progresistas, conservadores y berlusconianos. El ejemplo más evidente es el recorrido de la reforma laboral. La "revolución de Monti" y de su ministra Elsa Fornero, que prometía acabar con las diferencias entre jóvenes sin derechos y trabajadores con contrato indefinido, agilizando los despidos, fue presentada a mediados de marzo y todavía no ha sido aprobada. El texto ha sido modificado tantas veces que, caso único en las relaciones laborales italianas, ahora lo critican tanto sindicatos como patronal. Una destino parecido siguió el decreto sobre liberalizaciones: tenía que desbloquear la economía transalpina y no ha conseguido ni imponerse sobre el lobby de los taxistas. Sin rastro de crecimiento El verdadero problema de Italia, sin embargo, es el crecimiento. Monti había prometido, tras la austeridad, una "fase dos" del programa de gobierno, centrada en los problemas crónicos de la economía transalpina: reformas para desbloquear el lentísimo sistema judicial, incentivos para las infraestructuras y más eficiencia en los servicios públicos. Una receta para el crecimiento que todavía no se ha concretado por culpa de una caída en la recaudación fiscal, que en lo que va de año se ha quedado corta en 3.400 millones. Mientras tanto, la economía transalpina acaba de celebrar otro récord negativo: el PIB en el primer trimestre de 2012 retrocedió un 0,8 por ciento con respecto a los últimos tres meses del año pasado. Se trata del peor resultado en tres años, lo que supone un deterioro de las perspectivas para 2012. Y, junto con el resto de problemas, la recesión pone también nuevas dudas sobre la sostenibilidad de la deuda: si el camino de la prima de riesgo sigue en ascenso, 1,8 billones de euros sobre un PIB que retrocede es un lastre capaz de derribar a cualquier corredor.