Anotó 'números rojos' de 1.967 millones en el tercer trimestre frente a los beneficios de 2010 MADRID. Las empresas japonesas tienen motivos para recordar 2011 como uno de los peores años de las últimas décadas. A las tragedias del terremoto y el posterior tsunami se unieron los efectos colaterales de una crisis global que afectó con especial virulencia en el país asiático. Bajo este entorno se enmarca el varapalo en los resultados que acaba de sufrir Panasonic. Ante esta situación, la multinacional ha revisado a la baja las previsiones para el conjunto del ejercicio, ya que estima que cerrará con unas pérdidas netas atribuidas de 7.766 millones de euros, las más elevadas de su historia, en comparación con los 4.181 millones que preveía. La compañía japonesa de electrónica de consumo obtuvo en el tercer trimestre de su ejercicio fiscal unas pérdidas netas atribuibles de 197.668 millones de yenes (1.967 millones de euros), en contraste con los 39.983 millones de yenes (398 millones de euros) que ganó en el mismo periodo del año anterior, según informa Ep desde Osaka (Japón). Con semejantes perspectivas, Panasonic adelanta que registrará pérdidas récords en el conjunto del ejercicio fiscal. La cifra de negocio de la compañía japonesa alcanzó en este periodo los 1,96 billones de yenes (19.512 millones de euros), un 14,2 por ciento menos en relación a los 2,28 billones de yenes (22.750 millones de euros) que ingresó en el mismo periodo del año anterior. En los nueve primeros meses de su ejercicio fiscal, Panasonic registró unas pérdidas netas de 333.819 millones de yenes (3.322 millones de euros), en comparación con los 114.701 millones de yenes (1.141 millones de euros) que ganó en el mismo periodo del año anterior. La facturación de la compañía nipona en los nueve primeros meses de su actual año fiscal descendió un 10,3 por ciento, desde los 66.421 millones de euros hasta los 59.392 millones de euros. La multinacional achacó principalmente estos resultados a la caída de las ventas de productos electrónicos en Japón y, pese a las señales de recuperación en la cadena de la oferta después del terremoto de marzo, a la ralentización de la economía global, a la apreciación del yen y a la caída de las bolsas.