El libro de Ralph Dahrendorf, LSE. A History of the London School or Economics and Political Science. 1845-1995 (Oxford University Press, 1915), pasó a ser una obra de cabecera para todos los economistas que se interesaban por la evolución histórica de su ciencia. Obras de este tipo son apasionantes. Recordemos otra: la dirigida por Edward Shils. Remembering the University of Chicago. Teachers, Scientists and Scholars (The University of Chicago Press, 1991) con ensayos inmejorables de Gary S. Becker, de Buchanan, de Coase o de Samuelson. Y he aquí que Marie Scot, con este libro, que es su tesis doctoral, no sólo amplía en quince años el relato de los acontecimientos, también les comunica un sesgo especial: el de ser la LSE uno de los pivotes de la globalización. Es posible que tenga la razón Hayek cuando en ese "diálogo autobiográfico" que es Hayek sobre Hayek (Unión Editorial, 2010) diga rotundamente: "Beveridge no tenía ni la más remota idea de economía". Esa frase parece que tiene la explicación en este párrafo de la pág. 116 de Scot: "W. Beveridge discrepa de las orientaciones del departamento de economía dirigido por Lionel Robbins y Friedrich Hayek, y maniobra para fundar en Londres un Instituto de Investigación en economía, concurrente directo del departamento de la LSE. Los puntos de desacuerdo cristalizan a partir de 1933. Esta crisis contraria a la (Fundación) Rockefeller que empuja hacia la dimisión a Beveridge". Téngase en cuenta (pág. 104) que "de 1923 a 1937, la LSE recibe más de 2 millones de dólares y se convierte en la Universidad más ayudada por la Rockefeller después de la de Chicago y Columbia". Agréguese que el capítulo IV de este libro se titula La Rockefeller's Baby, pero quien era el auténtico "bebé" de esta institución era Beveridge. Queda así claro cómo la LSE escapa de un simple talante revolucionario frente a Oxford y Cambridge, con una inclinación hacia el institucionalismo histórico que se expone en las págs. 72-79. El cambio es fundamental. Por ejemplo, vía Knight se señala en la pág. 145 su enlace con Robbins. Lo que no capta Scot es el enlace Robbins y Max Weber sin el que no se explican muchas cosas del ensayo del primero, Naturaleza y significación de la ciencia económica, a mi juicio tan influyente como Mises en ese ensayo. De este libro, tiene lugar una creciente internacionalización de la LSE. Una prueba que no debe perderse en este sentido es la publicación de Robbins, Cursillo de conferencias sobre política económica internacional (Asociación Nacional de Economistas de España, 1953). Digo esto porque el archivo de esta Asociación no ha logrado localizar a su sucesor: el Colegio de Economistas. Así comienza a estructurarse la nueva LSE, apartándose del talante impuesto en 1895 por el socialista fabiano Sidney Webb, que intentó formar minorías selectas surgidas de ámbitos urbanos de clase media, capaz de sustituir a los aristócratas educados en Oxford y Cambridge, y así alterar la política británica, especialmente en el terreno socioeconómico. Ahora, en cambio, se plantea estar al servicio de la economía internacional. Léase el apartado (págs. 315-316) titulado Una mayoría aplastante de estudiantes extranjeros, pero procurando esta London School mantener una alta calidad técnica. Ahí está la base de la indignación (págs. 322) con la Escuela Superior de Comercio de París cuando en 1976 le propone a la LSE "una colaboración". Pero esto no quiere decir que no haya evolucionado profundamente. Lo señala este párrafo (pág. 312): "La LSE se ha convertido en una «empresa académica» con «varias velocidades» al producir «conocimientos» pero proponiendo, cada vez más «competencias», al hacer avanzar la ciencia, pero promoviendo la formación de expertos en consultoría".