Estados Unidos es el penúltimo país en el 'ránking' de concienciación ambientalMILÁN. El pasado 8 de diciembre los principales diarios italianos, entre ellos Il Sole-24 Ore, publicaban titulares de este tipo: "Lucha contra el efecto invernadero: China, mejor que Italia". La fuente es un estudio de la German- watch que coloca a Italia en el puesto número 41 (China ocupa el 40) de una clasificación de 56 países del mundo. La primera, Suecia. La segunda, Alemania. En el quinto puesto, la India. Después, Italia, Canadá y Australia. Y en penúltimo lugar, Estados Unidos. Germanwatch es una institución no gubernamental y sin ánimo de lucro, cuyo proyecto Climate change performance index fue realizado con la contribución financiera del Ministerio federal alemán para la Cooperación y el Desarrollo Económico. El cálculo para hacer el índice es bastante simple. Se tuvo en cuenta que, para cualquier país el nivel unitario de las emisiones de efecto invernadero (una media de las emisiones por unidad de energía primaria consumida, por unidad de PIB per cápita) con un peso del 30 por ciento; la variación de las emisiones totales entre la media del período 1998-2000 y la media 2003-2005, con un peso del 50 por ciento, y una evaluación de las políticas medioambientales, con un peso del 20 por ciento. La elección de los indicadores es razonable, pero los elementos discrecionales o arbitrarios son decisivos. Naturalmente, un ejercicio de este género implica necesariamente opciones opinables y el estudio German- watch presenta la cualidad notable de ser muy transparente. Eso sí, son obviamente arbitrarios la cuantía de los porcentajes. No sólo entre los tres indicadores, sino también entre los componentes de cada indicador. En el ámbito de las emisiones (con un porcentaje del 30 por ciento), Italia se mantiene bien. Mejor incluso que Alemania. Italia es históricamente un país con bajas emisiones de gases de efecto invernadero por su estructura productiva con poca industria básica, un clima templado, la herencia de una relevante generación hidroeléctrica y un bajo consumo de carbón. Todos ellos consecuencias más de la buena suerte más que de una buena política.